lunes, 5 de octubre de 2015

“La Iglesia está llamada a vivir su misión en fidelidad, verdad y caridad”, el Papa en la Apertura del Sínodo


El hombre cae y se equivoca y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa de Apertura de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Con la celebración Eucarística presidida por el Santo Padre en la Basílica de San Pedro, el primer domingo de octubre, se dio inicio al Sínodo de los Obispos sobre “La vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. En su homilía, el Obispo de Roma comentando los textos bíblicos que la liturgia presenta este XXVII domingo del Tiempo Ordinario, señaló que “dichas lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el hombre y la mujer, y la familia”.
La soledad
Refiriéndose al drama de la soledad, el Pontífice recordó el dominio que ejercía Adán sobre las demás creaturas, “esto demuestra su indiscutible e incomparable superioridad, dijo el Papa, pero aun así se sentía solo y experimentaba la soledad”. Este drama de la soledad, afirmó el Santo Padre, aún aflige a muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, “ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte”. Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; cada vez más un profundo vacío en el corazón; puntualizó el Papa, muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía. Hoy vivimos en cierto sentido – agregó – la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen.
El amor entre el hombre y la mujer
Hablando del amor entre el hombre y la mujer, el Sucesor de Pedro recordó que el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de Adán y dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude» (Gn 2,18). “Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, precisó el Papa, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad y el sentirse solo”. Esto nos hace ver agregó el Vicario de Cristo, “que Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos”. Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca.
La familia
Finalmente, reflexionando sobre la familia el Papa Francisco invitó a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios. “Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, dijo el Papa, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad”. Paradójicamente, señaló el Santo Padre, el hombre de hoy permanece atraído y fascinado por todo amor autentico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total. En este contexto social y matrimonial bastante difícil, puntualizó el Pontífice, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.
Una Iglesia que educa al amor autentico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida. Recordando a su predecesor san Juan Pablo II, el Papa dijo: «El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado […] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo». Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera.
(Renato Martinez - Radio Vaticano)


No hay comentarios:

Publicar un comentario