Dios jamás abandona a los justos, mientras
quienes siembran el mal son como desconocidos, de los cuales el cielo no
recuerda su nombre. Es la enseñanza que el Papa Francisco ofreció en su homilía
inspirándose en las lecturas del día de la Misa matutina celebrada en la
capilla de la Casa de Santa Marta.
Una madre coraje, marido, tres hijos,
menos de 40 años y un tumor “de esos feos” que la clava a la cama. “¿Por qué?”.
Una mujer anciana, persona con la oración en el corazón y con un hijo asesinado
por la mafia. “¿Por qué?”.
¿Por qué el bien de los malvados?
La voz del Papa desde el altar de Santa
Marta amplifica la gran pregunta que como una cuchilla corta los pensamientos
de tanta gente, cuya fe convencida, enraizada, es puesta a dura prueba por los
dramas de la vida. ¿Por qué sucede esto, “qué ventaja hemos recibido – fue el
grito que Francisco retomó de la lectura del Profeta Malaquías – por haber
observado” los mandamientos de Dios, mientras los “soberbios” aun “haciendo el
mal, se multiplican y, aun provocando a Dios, permanecen impunes?”:
“¿Cuántas veces vemos esta realidad en
gente mala, en gente que hace el mal y que parece que en la vida le vaya bien:
son felices, tienen todo lo que quieren, a ellos no les falta nada? ¿Por qué
Señor? Es uno de los tantos porqués… ¿Por qué a éste que es un descarado al que
no le importa nada, ni de Dios ni de los demás, que es una persona injusta,
incluso mala, le va bien todo en su vida, tiene todo lo que quiere y nosotros
que queremos hacer el bien tenemos tantos problemas?”.
El Señor vela sobre los justos
El Papa ofreció la respuesta con el Salmo
del día, que proclama “bienaventurado” al hombre “que no entra en el consejo de
los malvados” y que “encuentra su alegría” en la “ley del Señor”. Y explicó:
“Ahora no vemos los frutos de esta gente
que sufre, de esta gente que carga la cruz, como de aquel Viernes Santo y de
aquel Sábato Santo no se verán los frutos del hijo de Dios Crucificado, de sus
sufrimientos. Y todo lo que hará, saldrá bien. ¿Y qué cosa dice el Salmo sobre
los malvados, sobre aquellos de quienes pensamos que les va todo bien? ‘No así,
no así los malvados, como cascarilla que el viento dispersa. Porque el Señor
vela por el camino de los justos, mientras el camino de los malvados cae en
ruina’”.
Sólo un adjetivo
Una ruina que Francisco subrayó citando la
parábola evangélica de Lázaro, símbolo de una miseria sin salvación, puesto que
mientras goza, le negaba las migajas que caían de su mesa:
“Es curioso que de aquel hombre no se dice
su nombre. Es sólo un adjetivo: es un rico. De los malvados, en el Libro de la
Memoria de Dios, no hay nombre: es un malvado, es un estafador, es un
explotador… No tienen nombre, sólo tienen adjetivos. En cambio, todos aquellos
que tratan de caminar por la senda del Señor, estarán con su Hijo, que tiene
nombre: Jesús Salvador. Pero un nombre difícil de comprender, incluso
inexplicable por la prueba de la cruz y por todo aquello que Él ha sufrido por
nosotros”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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