¿Qué
significa -os suplico-: Si alguien
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Comprendemos lo que quiere decir
con las palabras tome su cruz, es decir, soporte las
tribulaciones; tome está aquí por sufrir. Acepte con
paciencia -dijo- todo lo que ha de sufrir por mí. Y sígame. ¿A dónde? Adonde sabemos que fue
él después de resucitado: subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.
Allí nos ha colocado también a nosotros. Entretanto, vaya delante la esperanza,
para que le siga la realidad. ¿Cómo debe ir delante la esperanza? Lo saben
quienes escuchan: «Levantemos el corazón».
Sólo
nos queda por averiguar -en la medida en que nos ayude el Señor, discutir;
entrar, si él nos abre; hablar, si él nos lo concede, y exponeros a vosotros lo
que haya podido encontrar- qué significa Niéguese. ¿Cómo se niega -a sí mismo quien
se ama? Esto es un razonamiento; pero un razonamiento humano. Un hombre me
pregunta: «¿Cómo se niega a sí mismo quien se ama?» Pero el Señor responde a
ese tal: «Si se ama, niéguese» En efecto, amándose a sí mismo se pierde y
negándose se encuentra. Quien
ama -dice- su vida la perderá(Jn 12,25). Lo
mandó quien sabe lo que ha de mandar; porque sabe aconsejar; quien sabe instruir
y sabe cómo reparar quien se dignó crear.El que ama pierde. Es cosa triste perder lo que amas;
pero a veces también el agricultor pierde lo que siembra. Arroja el grano, lo
esparce, lo tira y lo cubre de tierra. ¿De qué te extrañas? Este que así lo desprecia
y lo pierde es un avaro a la hora de la cosecha. El invierno y el verano
muestran lo que hizo: el gozo del que cosecha te manifiesta el propósito del
que siembra. Por tanto, el que
ama su vida la perderá. Quien
busque fruto de ella, siémbrela, no sea que amándola perversamente la pierda.
No
hay nadie que no se ame a si mismo; pero hay que buscar el recto amor y evitar
el perverso. Quien se ama a sí mismo abandonando a Dios, y quien abandona a
Dios, por amarse a sí mismo, ni siquiera permanece en sí, sino que sale incluso
de sí. Sale desterrado de su corazón, depreciando lo interior y amando lo
exterior. ¿Qué he dicho? ¿No desprecian su conciencia todos los que obran mal?
Quien respeta a su conciencia, pone limites a su maldad. Así, pues, dado que despreció
a Dios para amarse a si mismo, amando exteriormente lo que no es él mismo, se
despreció también a sí mismo. Ved y escuchad al Apóstol, que aduce un
testimonio a favor de esta interpretación: En
los últimos tiempos -dice- sobrevendrán tiempos peligrosos. ¿Cuáles son esos tiempos
peligrosos? Habrá hombres
amantes de sí mismos. Aquí
está el principio del mal. Veamos si al amarse a sí mismos, permanecen, al
menos, dentro de sí; veámoslo, escuchemos lo que sigue: Habrá hombres amantes de sí mismos,
amantes del dinero (2 Tim 3,1-2). ¿Dónde estás tú que te amyabas?
Efectivamente, estás fuera. Dime, te suplico: «¿Eres tú acaso el dinero?».
Por
tanto, tú que abandonando a Dios, te amaste a ti mismo, amando el dinero, te
abandonaste también a ti. Primero te abandonaste, luego te perdiste,. El amor
al dinero fue quien hizo que te perdieras. Por el dinero llegas a mentir: La boca que miente da muerte al
alma (Sab 1,11). Ve, pues,
que cuando vas detrás del dinero, has perdido tu alma.
Vuelve,
pues; sé como aquel hijo menor, que después de malgastar y perder todos sus
haberes viviendo pródigamente, sintió necesidad, apacentó puercos y, agotado
por el hambre, suspiró y se acordó de su padre. ¿Qué dice de él el evangelio? Y volvió a sí mismo. Quien se había perdido hasta a si
mismo, volvió a sí mismo. Veamos si se quedó en sí mismo. Vuelto a sí mismo, dijo: «Me
levantaré». Luego había
caído. Me levantaré -dijo- e iré a casa de mi padre. Ved que ya se niega a sí mismo
quién se había hallado a sí mismo. ¿Cómo se niega? Escuchad: Y le diré: «He pecado contra el cielo
y contra ti». Se niega a sí
mismo: Ya no soy digno de
llamarme hijo tuyo (Lc
15,11-19). He aquí lo que hicieron los santos mártires: despreciaron las cosas
de fuera: todas las delicias de este mundo, todos sus errores y terrores;
cuanto agradaba, cuanto infundía temor, todo lo despreciaron, todo lo
pisotearon. Vinieron a sí mismos y se miraron; se hallaron a sí mismos en sí
mismos y se encontraron desagradables; corrieron a aquel que los formó, para
revivir y permanecer en él y para que en él pereciera lo que por sí mismos
habían comenzado a ser y permaneciese lo que él había creado en ellos. Eso es
negarse a sí mismo.
Sermón 330,1-3.
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