El amor basta por sí
solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se
identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni
tampoco ningún provecho; su fruto consisteen su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor,
con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a
su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones,
sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede
corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que
puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama,
lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a
él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es
amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en
corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la
esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y
exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es
amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es
ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la
misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el
Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad
entre ellos que entre el sediento y la fuente. [...]
Aunque la criatura, por ser inferior, ama menos,
con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego
toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas
místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta
doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio.
Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en
amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.
De los sermones de san Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 83, 4-6: OPERA OMNIA, edición cisterciense, 2[1958], 300-302)
Fuente: News.va
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