Este domingo 12 de julio el Papa Francisco se dirigió muy
temprano a Bañado Norte, uno de los asentamientos más pobres de la capital, una
zona pantanosa a causa de las periódicas inundaciones que sufre por el
desbordamiento del cercano río Paraguay.
Allí, en el campo de deportes, ante la
capilla de San Juan Bautista, el Sucesor de Pedro dirigió sus palabras a los
miles de habitantes que esperaban su llegada con el corazón desbordante de
alegría y la mirada llena de esperanza.
Con su pensamiento en la
Sagrada Familia de Belén, el Papa se detuvo primero en las figuras de María y
José, quienes tuvieron que dejar su lugar para ir a una tierra donde no
conocían a nadie, sin casa ni familia, a merced de las inclemencias del tiempo,
en donde tuvieron a Jesús.
Cuando los pastores, “personas igual que ellas”
supieron del nacimiento del niño, señaló el Papa, “se acercaron”, se hicieron
“prójimos” “vecinos”, volviéndose también ellos “la familia de Jesús”.
Eso
es lo que sucede “cuando Jesús aparece en nuestra vida” indicó el Santo Padre,
es lo que “despierta la fe”, que, a su vez, despierta “el compromiso” y “la
solidaridad”.
“La fe que despierta Jesús es una fe con capacidad de soñar futuro
y de luchar por eso en el presente”.
Sigan “siendo misioneros”, alentó
finalmente el Vicario de Cristo, “contagiando con su fe esas calles y pasillos,
haciéndose próximos en especial de “los más jóvenes y ancianos”, siendo
“soporte de las familias” y de “todos aquellos que estén pasando por momentos
de dificultad”.
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