Entusiasmo, alegría, diálogo, fe y oración compartida con
el alma, en el encuentro del Papa Francisco en
la fiesta multitudinaria con los jóvenes, broche de oro de su
Viaje, en la Bahía del Río Paraguay, en la Costanera, que bordea la Ciudad de
Asunción.
Empezó con cantos y bailes, luego el testimonio de dos jóvenes,
Manuel y Liz, y el pedido de otro joven, Orlando, compartiendo con el Obispo de
Roma sus anhelos y sus sueños, sus frustraciones y preocupaciones. Y, con las
las suyas, las de todos los jóvenes. Todo adornado con la espontaneidad juvenil y con la espontaneidad llena de cariño paternal del Papa. Dejando de lado el discurso
preparado les habló, dialogando con ellos y rezando con ellos.
Empezó con lo que le pidió Orlando, después de haber leído el Evangelio:
«Te pido que reces por la libertad de cada uno de nosotros». «Es la bendición
que pedimos ahora todos juntos: la libertad», dijo el Papa invitando a unirse a
su ruego:
«Repitan conmigo: Señor Jesús, dame un corazón libre. Que no sea
esclavo de todas las trampas del mundo. Que no sea esclavo de la comunidad, del engaño. Que no sea
esclavo de la buena vida. Que no sea esclavo de los vicios. Que no sea esclavo
de una falsa libertad, que es hacer lo que me gusta en cada momento”. Gracias,
Orlando por hacernos caer en la cuenta de que tenemos que pedir un corazón
libre. ¡Pídanlo todos los días!»
Luego, el Papa destacó el testimonio de Liz, que cuida a su mamá y
a su abuela que están enfermas y dependen totalmente de ella, que las atiende
con amor:
«Liz cumple el cuarto Mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Liz muestra su vida, ¡la quema!,
en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad, es un grado
altísimo de amor. Un testimonio. -“Padre, ¿entonces se puede amar?”. Ahí tienen a alguien que nos enseña a amar.»
Y el
testimonio de Manuel, que a pesar de haber sufrido explotación, maltrato y
soledad, en vez de salir a vengarse de la vida, robando o haciendo maldades,
miró adelante. El Santo Padre invitó a los jóvenes más afortunados a dar
gracias al Señor y rezar por los chicos y chicas que sufren. Sálvalos Señor:
«Todos juntos, los que tienen eso, digan: “¡Gracias Señor!”.
“¡Gracias!”. Porque acá tuvimos un testimonio de un muchacho que desde chico supo lo que era el dolor, la tristeza, que fue explotado,
maltratado, que no tenía qué comer y que estaba solo. ¡Señor, salvá a esos chicos y chicas que están en esa situación! Y para
nosotros, ¡Señor, gracias!
¡Gracias, Señor! Todos: ¡Gracias!»
«¡Hagan lío! Pero también ayuden a arreglar y a organizar el lío
que hacen», que sea un lío que nace después de conocer a Jesús,
que tiene un plan para nosotros, un plan contracorriente, que nos dice ‘Felices
los que tiene alma de pobre, los que son capaces de acercarse y comprender a
los que sufren, les pidió también el Papa Francisco a los jóvenes:
«Cada uno desde su corazón, en voz baja, repita las palabras: “Señor Jesús, te doy gracias por estar aquí. Te doy gracias porque me diste hermanos
como Liz, Manuel y Orlando. Te doy gracias porque nos diste muchos hermanos que
son como ellos. Que te encontraron, Jesús. Que te conocen, Jesús. Que saben que
Vos, su Dios, sos su fortaleza. Jesús, te pido por los chicos y chicas que no saben que Vos sos su
fortaleza y que tienen miedo de
vivir, miedo de ser felices, tienen miedo de soñar. Jesús, enséñanos a soñar, a
soñar cosas grandes, cosas lindas, cosas que aunque parezcan cotidianas, son
cosas que engrandecen el corazón. Señor Jesús, danos fortaleza, danos un
corazón libre, danos esperanza, danos amor y enséñanos a servir. Amén
Ahora les voy a dar la bendición y les pido, por favor, que recen por mí y que recen por tantos chicos y chicas que no tienen la gracia que tienen
ustedes de haber conocido a Jesús, que les da esperanza, les da un corazón libre y los
hace fuertes».(CdM – RV)
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