En el miércoles que
precede la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el
Papa Francisco anunció que con su reflexión de hoy se abre la consideración de
las condiciones de vulnerabilidad que ponen a prueba a las familias. En esta ocasión, la pobreza.
Queridos
hermanos y hermanas, en la catequesis de hoy nos referimos a la pobreza, comocondición de vida que pone a prueba la familia y la hace vulnerable. La pobreza azota
a muchas familias en las periferias de las grandes ciudades y también en las
zonas rurales. Muchas veces se ve agravada por la guerra, que es sin duda la
madre de todas las pobrezas, depredadora de vidas, de almas y de los afectos
más queridos”.
En el marco de situaciones de
miseria y de degrado es casi un milagro la familia continúe a formarse y a
conservar la especial humanidad de sus lazos, consideró el Papa Bergoglio:
“En medio de estas situaciones,
muchas familias intentan vivir con dignidad,
confiando en labendición
de Dios, convirtiéndose así en una auténtica escuela de humanidad que
salva a la sociedad de la barbarie. Pero este reconocimiento no nos exime de
nuestra obligación de velar con la oración y con la acción para que a nadie falte el pan, el trabajo, la educación y la sanidad”.
La lección de estas familias,
prosiguió el Papa en su catequesis en italiano, no debe “justificar nuestra indiferencia” sino “aumentar nuestra
vergüenza” ante
esta escuela de humanidad que“salva la sociedad de la barbarie”, un ejemplo, señaló
el Papa, que “irrita” a los “planificadores del bienestar” que consideran los
afectos, la generación, los lazos familiares como una “variable secundaria” de
la calidad de vida.
Así es como la economía de hoy, especializada en el bienestar
individual, no reconoce la inmensa labor de la familia, en cuyo pilar se
sostiene precisamente la formación de la persona, y propone modelos basados en
el culto del figurar y del consumismo, los cuales, difundidos por los medios de
comunicación, causan daños que incrementan la disgregación de los lazos
familiares.
“Es necesario que desde todas
las instancias de la vida pública se pongan los medios para un nuevo orden social, que rompa la espiral perversa entre familia y
pobreza que lleva
la sociedad a la ruina”.
Los rostros de los niños
desnutridos y enfermos y también de aquellos que felices y orgullosos muestran
su cuaderno y lápiz en escuelas “hechas de nada”, nos recuerdan que “no se
trata sólo de pan – dijo el Pontífice - sino también de trabajo, de instrucción y de sanidad”.
“También nosotros cristianos
debemos estar cada vez más cerca de las familias que sufren la pobreza. La
Iglesia madre no debe olvidar nunca este drama de sus hijos. Ella también está
llamada a ser pobre, practicando la simplicidad en su propia vida, de manera
que llegue a ser fecunda y pueda dar una respuesta a tanta miseria”.
“La miseria social golpea a la familia y a veces la destruye”, remarcó el
Papa Francisco, “la falta o la pérdida de trabajo y la precariedad ponen a dura
prueba las relaciones”, así como las condiciones de vida en los barrios pobres
con problemas de vivienda, de transporte, de servicios sociales, sanitarios y
escolásticos, factores materiales a los cuales se suman las propuestas
inalcanzables de bienestar individual ofrecidas por los medios de comunicación,
"pseudo - modelos" que, a causa de la situación de vulnerabilidad en
la que se encuentran las familias más pobres, influencia a estos sectores
sociales incrementando la disgregación de
los lazos familiares, que son fundamento y pilar de la
sociedad.
De ahí que se necesite del
“ejemplo de la Iglesia”, “que practique la simplicidad en la propia vida”, en
“las propias instituciones”, en “el estilo de vida de sus miembros” para
“derribar los muros que separan, sobre todo, de los pobres”.
“Oración y acción” fue la premisa del Papa para
los cristianos en su catequesis de hoy, sin olvidar que “el juicio de los necesitados, de los pequeños y de los pobres, anticipa
el juicio de Dios”.
“Hijo mío, no prives al pobre
de su sustento ni hagas languidecer los ojos del indigente. No hagas sufrir al
que tiene hambre ni irrites al que está en la miseria. No exasperes más aún al
que está irritado ni hagas esperar tu don al que lo necesita. No rechaces la
súplica del afligido ni apartes tu rostro del pobre. No apartes tus ojos del
indigente ni des lugar a que alguien te maldiga: porque si te maldice con
amargura en el alma, su Creador escuchará su plegaria”. (Ecl, 4)
“Pidamos a Dios que sostenga a
las familias sometidas a la dura prueba de la pobreza, para que puedan seguir
siendo en el mundo lugar de acogida y escuelas de auténtica humanidad. Que Dios
los bendiga”.
(GM – RV)
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