miércoles, 24 de junio de 2015

Carlos Osoro: "Si hacemos de la fe una espada contra los demás, no hemos entendido a Dios"

"Si no existiese Dios, no habría ateos". Carlos Osoro se presentó anoche en un lugar cuando menos atípico para un obispo. "No soy torero pero he predicado en una plaza de toros. Nunca me imaginé en un teatro y aquí estoy, encantado". El arzobispo de Madrid participó en la sala Pérez Galós del Teatro Español en la segunda edición de "Voces de Madrid", un proyecto que quiere sentar en el escenario a personajes de la vida pública para hablar y escuchar.
El moderador, Ignacio García May, reconoció no esperar nunca que un obispo llegara al estrado. Osoro se ganó enseguida al público, recordando su vocación y reivindicando la normalidad de ser cristiano, y el deber de confrontar la fe en la sociedad. De modo pacífico e incluyente, pues "si hacemos de la fe una espada contra los demás, no hemos entendido a Dios".
"El peregrino", apodo que le puso el Papa Francisco ("y mi amigo Jesús Bastante, que está aquí", señaló, indicando a este ruborizado cronista) se calificó como "un nómada permanente", y justificó la verdad del término que lo califica. "Madrid no se puede conocer desde mi despacho". Anoche, en el centro de un escenario, acompañado por un piano y una escenografía propia de un cabaret, con mesas redondas, sillas y un granizado.
"El Dios en quien yo creo ha dado al hombre la tierra para que pueda vivir compartiéndola", pues "hablar de Dios supone dedicarse al ser humano. Dios no nos anula ni nos distancia de los demás", aclaró.
"El cristianismo es un bien social, porque a mí me enseña a respetar al otro", apuntó el obispo, quien incidió en que "tenemos que vivir para los demás. Si creo en Dios, no puedo hacer otra cosa. Y creer no estorba a los demás". De hecho, muchos de sus amigos "no creen ni en las aspirinas, pero cuando necesitan consejo ahí estoy. Y nunca nos hemos abandonado".
"A mí ser obispo me ha ensanchado el corazón", confesó Carlos Osoro, quien mostró su objetivo de "ser pastor de todos, y acercarme a las personas no por lo que tienen, sino por lo que son". Confesó que le costó mucho abandonar Valencia, y que "el acto de obediencia más grande de mi vida ha sido tener que venir a Madrid. Por eso, me entrego totalmente".

Pese a todo lo que está cayendo, Osoro es optimista: "Éste es un tiempo de gran esperanza, porque el ser humano está necesitado de una Buena Noticia; que Dios le quiere y no pasa de nadie", concluyó. Cayó el telón, y los aplausos. Y otro mito: el de ver a un obispo ante las tablas.

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