“Qué fuerza tiene con Vos,
Señor, un suspiro nacido de las entrañas”, oraba Sta. Teresa. La oración,
profundamente emocional, y por ello verdadera; se sentía unida a Dios, desde su
ser mujer; por eso le hablaba con sus entrañas. El vínculo con Dios podía ser
emocional; campo abonado de mujeres, es parte de la subjetividad femenina.
Rehabilita la emoción y el sentimiento para Dios, para la vida. Las entrañas,
como vehículo de relación con Dios. Entrañas de millones de mujeres que hoy son
campo de batalla de los varones donde se extermina su dignidad ante nuestra
indiferencia.
Rompió el techo de cristal de las mujeres en su tiempo.
Defiende la necesidad y el derecho de las mujeres a una vida interior de
altura. Lucha contra las normas que la han constreñido, así como contra los
“ideales de mujer” con los que la han definido: “No quiero bobaliconas” –decía.
Rompe con la identidad que se le ha dado de fuera. Hace una lectura crítica de
la razón imperante; y bien que se lo recordaban: “fémina contumaz inquieta y
andariega”. Su tiempo le otorgaba una identidad a la baja; “pretenden
hacernos andar como pollo trabado a los que vuelan como águilas con las
mercedes que nos hace Dios”. Teresa a través de la oración construye
una conciencia reflexiva sobre su propia identidad y conoce profundamente a
Dios, profundamente la vida. Abierta al amor y a la belleza, con un corazón
vivo, que siente, capaz de fecundarse siempre. “Aprovéchame a mi
también ver campo agua y flores, en estas cosas hallo yo memoria del criador;
digo que me despertaban y recogían y servían de libro”. Está claro,
cuando te haces una con Cristo, te abres a la comunión de la vida; entonces, la
luz viene de la vida misma.
El cuerpo de las mujeres como lugar de
oración, como lugar de la dignidad humana. Me alienta a ello esa voluntad de
Teresa de visualizar y corporaliza lo divino.
Privadas las mujeres de la
universidad; se pusieron barrotes en los claustros; si por perfección era, ¿por
qué privarles de las rejas a los varones? Ella hizo otra universidad: Convirtió
en autoconocimiento su propia proximidad con la profundidad del misterio de
Dios; antes de convencernos que ese conocimiento era valioso para todos,
varones y mujeres. Enseñaba: “El conocimiento propio es el pan con que
todos los manjares se han de comer por delicados que sean”. Con gran
conciencia de su debilidad que no niega (“mujer soy al fin flaca y ruin”)
rompe sus muros, parte de sus propias fronteras para alcanzar la de los otros
al ocuparse de Dios, en el interior de sí misma; en esa necesidad de auto
clarificación, como mujer que oficialmente no sabía. Alza su voz para nombrarse
como criatura de Dios con capacidad para recibir todos sus dones y
sabiduría: “Que no sea esclava de nadie vuestra voluntad”.
Muchas mujeres salen en sus
obras, con admirada gratitud; supo recibir la grandeza de las otras, un puntazo
para nosotras ahora ¡Habla de mujeres cuando nos habla de Dios y, nos habla de
Dios cuando habla de mujeres!
Pocas obras históricas retratan mejor la
vida de las mujeres en esa época. La atroz vida e infamante que hoy se repite y
atraviesa nuestra sociedad. Fue una disidente, inquieta y comprometida en
una época de miedo y persecuciones.
Revaloriza el espacio femenino
privado, el trabajo doméstico donde, durante siglos, se recluye a las mujeres;
ella lo visibiliza como espacio abierto a Dios. Introdujo su propia lectura al
acontecer de Dios. “Pues hermanas, entended que si es a la cocina, Dios
anda entre los pucheros”. Un aviso a navegantes. Dios también juega en
nuestro campo. Los pucheros, la cocina, lugar donde se relega a millones de
mujeres, lo invoca como lugar donde acaece todo el misterio de Dios.
No habitó exclusivamente el
“espacio femenino” ni la clausura. Gran negociadora y con capacidad de
comunicación, concertó licencias, compraventas, estableció relaciones de
diversa índole. Su voz era escuchada en decisiones importantes. Estaba en el
mundo, por tanto en el tiempo, por tanto en la historia, rompiendo el techo de
cristal de las mujeres en terreno negado por la cultura patriarcal. No cabe la
exclusión en la aventura humana; tampoco en la iglesia, que no es un campo
abierto para la experiencia integral de las mujeres en ella. ¿En la celebración
de su V Centenario se interrogaron sobre esto? Si no lo hacemos será “un
disparate huir de la luz para andar siempre tropezando”.
“Entre los pucheros anda el
Señor.” Tanto
vale el trabajo intelectual como el trabajo doméstico; tanto vale para Dios
como la propia liturgia. Tanto vale y tanto debería valer para nuestra propia
sociedad (pucheros, costura, plancha cuidados, aseos, cultivo de la tierra,
limpieza) lugar de mujeres, todo invisibilizado por nuestra sociedad. Este
espíritu de Teresa tendría que suponer en la iglesia un cambio radical de la
concepción y de la participación de las mujeres, y la presencia en todos los
ministerios de la iglesia; que se elimine el lenguaje que minusvalora a las
mujeres, y a veces las veja, incluso en la liturgia. Ella lo sabía bien: “Basta
ser mujer para caérseme las alas”.
Sería un gran homenaje a Santa
Teresa una nueva comprensión de la vida humana, varón y mujer, que se
encuentran y reconocen en el Amor de Dios, que se encuentran y respetan en
todas las sociedades.
¿Se contentaba, para sus
monjas, con hablar y vivir la experiencia de Dios? ¿Quería más para las
mujeres? “Conviene mucho no apocar los deseos” –decía. Formaliza un
pacto entre mujeres que se reconocen como interlocutoras, sororidad, se
llama ahora Reconocerse en otras mujeres. Un modo, en que los ecos de lo
personal es religioso y lo religioso es personal, llamando a la perfección la
vivencia femenina.
Descorrió el velo de los prejuicios
Modificó claramente la manera de encarar el mundo y su propia vida. Ella es un
vestigio de la presencia de las mujeres en el proceso histórico. “Que
fuerza tiene con Vos, Señor, un suspiro nacido de las entrañas”.
Su vida y su obra desbordan
los sueños más ambiciosos de una Teresa de Jesús preocupada por ser útil a la
iglesia de su tiempo y que interpela y urge a la actual, sobre la presencia de
las mujeres en la misma, y a nuestra sociedad por la exclusión que sigue
ejerciendo. Escuchemos a Teresa: “¿No basta Señor que nos tiene el
mundo acorraladas, que no hagamos cosa que valga nada por vos en público, ni
osemos hallar algunas verdades que lloramos en secreto, si no que no nos
habíais de oír petición tan justa? No lo creo Señor, de vuestra bondad y
justicia. Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y
fuertes aunque sean de mujeres. No aborrecisteis Señor cuando andabais en el
mundo a las mujeres, antes las favorecisteis con mucha piedad. Dad ya luz a
estas tinieblas”.
No es bueno convertir esta
cita en una anécdota, porque al fin y al cabo, “este árbol también está
plantado en las mesmas aguas de la vida”
María Isabel Serrano Gonzalez
No hay comentarios:
Publicar un comentario