Estaba cerca la Pascua de los Judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los
cambistas instalados. Haciendo como un azote de cuerdas, a todos los echó del
templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes; a los cambistas les desparramó
las monedas y les volcó las mesas y a los que vendían palomas les dijo: Quitad
eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios.
Se
acordaron sus discípulos de que estaba escrito: «La pasión por tu casa me
consumirá» (Sal 69,10). Respondieron entonces los dirigentes judíos,
diciéndole: ¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas? Les replicó Jesús:
Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.
Repusieron los dirigentes:
Cuarenta y seis años ha costado construir este santuario, y ¿tú vas a
levantarlo en tres días? Pero él se refería al santuario de su cuerpo. Así,
cuando se levantó de la muerte se acordaron sus discípulos de que había dicho
esto y dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén, durante las fiestas de Pascua, muchos prestaron
adhesión a su figura al presenciar las señales que realizaba. Pero Jesús no se
confiaba a ellos, por conocerlos a todos; no necesitaba que nadie lo informase
sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro.
Meditación del Papa Francisco
Cuando los que están en el Templo - sean sacerdotes, laicos, secretarios,
pero que tienen que gestionar en el Templo la pastoral del Templo - se
convierten en comerciantes, el pueblo se escandaliza. Y nosotros somos
responsables de esto. También los laicos. Todos. Porque si yo veo que en mi
parroquia se hace esto, debo tener la valentía de decírselo al párroco a la
cara.
Es curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen
una debilidad, resbalan sobre un pecador... saben perdonar. Pero hay dos cosas
que el pueblo de Dios no puede perdonar: un sacerdote apegado al dinero y un
sacerdote que maltrata a la gente. ¡No consigue perdonar! Y el escándalo,
cuando el Templo, la Casa de Dios, se convierte en una casa de negocios.
Jesús no estaba enfadado, es la ira de Dios, es el celo por la Casa de
Dios, porque no se pueden servir a dos amos: o rindes culto al Dios viviente, o
rindes culto al dinero.
¿Por qué Jesús se la toma contra el dinero? Porque la redención es
gratuita, Él viene a traernos la gratuidad de Dios, la gratuidad total del amor
de Dios. Cuando en la Iglesia o las iglesias se hacen negocios, se ve que no es
tan gratuita la salvación... Y por esto Jesús toma la fusta en la mano para
hacer todo este rito de purificación en el Templo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2014, en Santa
Marta).
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