Con la solemnidad de la Navidad, la
Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres. En
efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma
liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra
meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del
Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda
misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa) (Liber
Sacramentorum).
Un antiguo documento del año 354
llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de
diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno
"Natalis solis invicti", esto es, el nacimiento del nuevo sol que,
después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.
Al celebrar en este día el nacimiento
de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del
paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana
muy sentida por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante
las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a
sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición
cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores
y de los reyes magos al Niño Jesús.
En oriente se celebraba la fiesta del
nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir
"manifestación", después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25
de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San
Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la
fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación
de la divinidad de Cristo al mundo pagano.
Los textos de la liturgia navideña,
formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio,
subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la
divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a
la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de
la purísima Virgen María.
Autor: P. Ángel Amo
No hay comentarios:
Publicar un comentario