El conteo del tiempo es una cuenta regresiva porque terminará. Y con el reloj del tiempo metido hasta en nuestra carne, todo tiene fecha de vencimiento. Y al final del tiempo hay un juicio definitivo sobre el amor con el pobre hambriento, sin trabajo, salud ni educación, desnudo, enfermo, sin techo o encarcelado.
Al inicio de tu vida y la mía está Dios que en la ternura de su amor nos creo para amar y al final de tu tiempo y el mío está también Dios para juzgar nuestra vida sobre el amor. Para esa misión nos dio los talentos necesarios y libertad suficiente para alcanzar la meta. ¿Qué gusto tendría recibir el trofeo del abrazo de Dios todopoderoso en amor, sin ningún trabajo, lucha, sacrificio de nuestra parte?, ¿Estoy ganando el pan del amor con el sudor de mi frente?
El Juicio concluyente donde se sabe si ganamos o perdimos el abrazo de Jesús que nos curará de todo mal y nos hará pasar a la fiesta de la vida plena en el amor sin fin, tiene como criterio el amor al pobre, porque el Hijo de Dios hecho hombre se esconde en la carne del prójimo que sufre. ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo, sin techo, carcelado?, preguntan aquellos a los que Jesús aparta de sí.
Por eso, que alegría cuando el Jesús, Juez supremo y rey de amor nos llame y nos diga: vengan conmigo a gozar de la fiesta sin de la vida plena en el amor, porque era yo aquel herido a quienes Uds. abrazaron, ahora quiero abrazarlos yo.
Por el jesuita Guillermo Ortiz
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