domingo, 23 de noviembre de 2014

Papa: conversión y misión, paciencia y amor, testimonios de Cristo en la humanidad herida

Participar en la misión de Cristo, que nos precede y acompaña en la evangelización. Ante los desafíos de hoy - como la vida, la familia, la paz, la pobreza, la libertad religiosa y de educación, en un mundo que olvida a Dios y se centra en el consumo -  renovar siempre el «primer amor», con valentía evangélica y perseverando en el carisma original, «respetar la libertad de las personas» y «buscar siempre la comunión», son las tres sugerencias - para el camino de fe y de vida eclesial - que señaló el Papa Francisco, este sábado a los participantes en el III Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y nuevas comunidades, que «ya han aportado tantos frutos a la Iglesia y al mundo entero» y que podrán brindar otros «aún más grandes, con la ayuda del Espíritu Santo, que suscita y renueva siempre dones y carismas, y la intercesión de María que «no cesa de socorrer y acompañar a sus hijos».
A los congresistas de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, llegados de tantas partes del mundo, para reflexionar sobre el tema «La alegría del Evangelio: una alegría misionera» - inspirado en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Obispo de Roma -  en la primera sugerencia dedicada a los carismas - les recordó la importancia de preservar el carisma original, renovando «el primer amor», afianzados en la acción del Espíritu Santo, sin permanecer encerrados en esquemas estériles:
«La novedad de sus experiencias no consiste en los métodos y en las formas, aunque son importantes, sino en la disposición para responder con renovado entusiasmo a la llamada del Señor: es esta valentía evangélica que permitió el nacimiento de sus movimientos y nuevas comunidades. Si las formas y métodos se defienden por sí mismas, se vuelven ideológicos, alejados de la realidad que está en continua evolución; cerrados a las novedades del Espíritu, acabarán sofocando el carisma mismo que los ha generado. Es necesario volver siempre a la fuente de los carismas y así podrán volver a encontrar el impulso para afrontar los desafíos de hoy».
Reflexionando sobre cómo acoger y acompañar a los hombres de nuestro tiempo, en particular a los jóvenes, el Papa Francisco destacó la paciencia  el amor como hace el Señor con cada uno de nosotros, en el respeto de la libertad de las personas:
«Formamos parte de una humanidad herida, donde todas las agencias educativas, en
especial la más importante, la familia, tiene graves dificultades casi en todo el mundo. El hombre de hoy vive serios problemas de identidad y tiene dificultades en cumplir sus propias opciones, porque tiene una disposición a dejarse condicionar, a delegar a los demás las decisiones importantes de la vida. Hay que resistir a la tentación de sustituirse con la libertad de las personas, de dirigirlas sin esperar que maduren realmente. Cada persona tiene su tiempo: camina a modo suyo y esto es lo que debemos acompañar. Un progreso moral o espiritual obtenido sobre la inmadurez de la gente es un éxito aparente, destinado a naufragar. Pocos, acompañando siempre sin ser teatreros y sin hacer show. Por lo contrario, la educación cristiana requiere un acompañamiento paciente, que sabe esperar los tiempos de cada uno, como hace con cada uno de nosotros el Señor; la paciencia es la única senda para amar de verdad y llevar a las personas a una relación sincera con el Señor».
«Otra indicación que no hay que olvidar es que el bien más precioso, el sello del Espíritu Santo, es la comunión»,  «es la gracia suprema que Jesús nos conquistó en la cruz, la gracia que el resucitado pide para nosotros incesantemente. «Para que el mundo crea que Jesús es el Señor tiene que ver la comunión entre los cristianos, pero si se ven divisiones, rivalidades y maledicencias, por cualquier causa que sea, ¿cómo se puede evangelizar? subrayó el Santo Padre recordando la comunión de los carismas al servicio de la Santa Madre Iglesia Jerárquica y la misión:
«La verdadera comunión no puede existir en un movimiento o en una nueva comunidad si no se integra en la comunión más grande que es nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. El todo es superior a la parte (cfr Exhort ap Evangelii Gaudium, 234-237) y la parte tiene sentido en relación a todo. Además, la comunión consiste también en afrontar juntos y unidos las cuestiones más importantes, como la vida, la familia, la paz, la lucha contra la pobreza en todas sus formas, la libertad religiosa y de educación. En particular, los movimientos y las comunidades están llamados a colaborar para contribuir a curar las heridas producidas por una mentalidad globalizada que pone en el centro el consumo, olvidando a Dios y los valores esenciales de la existencia». (CdM – RV)

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