Participar en la misión de Cristo, que nos precede y acompaña en la
evangelización. Ante los desafíos de hoy - como la vida, la familia, la paz, la
pobreza, la libertad religiosa y de educación, en un mundo que olvida a Dios y
se centra en el consumo - renovar siempre el «primer amor», con valentía
evangélica y perseverando en el carisma original, «respetar la libertad de las
personas» y «buscar siempre la comunión», son las tres sugerencias - para el
camino de fe y de vida eclesial - que señaló el Papa Francisco, este sábado a
los participantes en el III Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y
nuevas comunidades, que «ya han aportado tantos frutos a la Iglesia y al mundo
entero» y que podrán brindar otros «aún más grandes, con la ayuda del Espíritu
Santo, que suscita y renueva siempre dones y carismas, y la intercesión de
María que «no cesa de socorrer y acompañar a sus hijos».
A los congresistas de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades,
llegados de tantas partes del mundo, para reflexionar sobre el tema «La alegría
del Evangelio: una alegría misionera» - inspirado en la Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, el Obispo de Roma - en la primera sugerencia dedicada a
los carismas - les recordó la importancia de preservar el carisma original,
renovando «el primer amor», afianzados en la acción del Espíritu Santo, sin
permanecer encerrados en esquemas estériles:
«La novedad de sus experiencias no
consiste en los métodos y en las formas, aunque son importantes, sino en la
disposición para responder con renovado entusiasmo a la llamada del Señor: es
esta valentía evangélica que permitió el nacimiento de sus movimientos y nuevas
comunidades. Si las formas y métodos se defienden por sí mismas, se vuelven
ideológicos, alejados de la realidad que está en continua evolución; cerrados a
las novedades del Espíritu, acabarán sofocando el carisma mismo que los ha
generado. Es necesario volver siempre a la fuente de los carismas y así podrán
volver a encontrar el impulso para afrontar los desafíos de hoy».
Reflexionando sobre cómo acoger y acompañar a los hombres de nuestro
tiempo, en particular a los jóvenes, el Papa Francisco destacó la
paciencia el amor como hace el Señor con cada uno de nosotros, en el
respeto de la libertad de las personas:
«Formamos parte de una humanidad herida,
donde todas las agencias educativas, en
especial la más importante, la familia,
tiene graves dificultades casi en todo el mundo. El hombre de hoy vive serios
problemas de identidad y tiene dificultades en cumplir sus propias opciones,
porque tiene una disposición a dejarse condicionar, a delegar a los demás las
decisiones importantes de la vida. Hay que resistir a la tentación de
sustituirse con la libertad de las personas, de dirigirlas sin esperar que
maduren realmente. Cada persona tiene su tiempo: camina a modo suyo y esto es
lo que debemos acompañar. Un progreso moral o espiritual obtenido sobre la
inmadurez de la gente es un éxito aparente, destinado a naufragar. Pocos,
acompañando siempre sin ser teatreros y sin hacer show. Por lo contrario, la
educación cristiana requiere un acompañamiento paciente, que sabe esperar los
tiempos de cada uno, como hace con cada uno de nosotros el Señor; la paciencia
es la única senda para amar de verdad y llevar a las personas a una relación
sincera con el Señor».
«Otra indicación que no hay que olvidar es que el bien más precioso, el
sello del Espíritu Santo, es la comunión», «es la gracia suprema que
Jesús nos conquistó en la cruz, la gracia que el resucitado pide para nosotros
incesantemente. «Para que el mundo crea que Jesús es el Señor tiene que ver la
comunión entre los cristianos, pero si se ven divisiones, rivalidades y
maledicencias, por cualquier causa que sea, ¿cómo se puede evangelizar? subrayó
el Santo Padre recordando la comunión de los carismas al servicio de la Santa
Madre Iglesia Jerárquica y la misión:
«La verdadera comunión no puede existir
en un movimiento o en una nueva comunidad si no se integra en la comunión más
grande que es nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. El todo es superior a la
parte (cfr Exhort ap Evangelii Gaudium, 234-237) y la parte tiene sentido en
relación a todo. Además, la comunión consiste también en afrontar juntos y
unidos las cuestiones más importantes, como la vida, la familia, la paz, la
lucha contra la pobreza en todas sus formas, la libertad religiosa y de
educación. En particular, los movimientos y las comunidades están llamados a
colaborar para contribuir a curar las heridas producidas por una mentalidad
globalizada que pone en el centro el consumo, olvidando a Dios y los valores
esenciales de la existencia». (CdM – RV)
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