Después de hablar de la pobreza,
que tanta felicidad proporciona, siguió el Señor diciendo: Dichosos los que
lloran, porque ellos serán consolados. Queridísimos hermanos, el llanto al que está vinculado un consuelo eterno es distinto de la aflicción de este mundo.
Los lamentos que se escuchan en este mundo no hacen dichoso a nadie.
Es muy
distinta la razón de ser de los gemidos de los santos, la causa que produce lágrimas
dichosas. La santa tristeza deplora el pecado, el ajeno y el propio.
Y la
amargura no es motivada por la manera de actuar de la justicia divina, sino por
la maldad humana. Y, en este sentido, más hay que deplorar la actitud del que
obra mal que la situación del que tiene que sufrir por causa del malvado, porque al injusto su malicia le hunde en el castigo, en cambio, al justo su paciencia
lo lleva a la gloria.
Sigue el Señor:
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. [...] Porque la tierra prometida a los sufridos, en cuya posesión han de entrar los mansos, es la carne de los santos. Esta carne vivió en humillación, por eso mereció una resurrección que la transforma y la reviste de inmortalidad gloriosa, sin temer nada que pueda contrariar al espíritu, sabiendo que van a estar siempre de común acuerdo. Porque entonces el hombre exterior será la posesión pacífica e inadmisible del hombre interior.
Y, así, los sufridos heredarán en
perpetua paz y sin mengua alguna la tierra prometida, cuando esto corruptible
se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Entonces
lo que fue riesgo será premio, y lo que fue gravoso se convertirá en honroso.
lo que fue riesgo será premio, y lo que fue gravoso se convertirá en honroso.
De: News.va
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