Una de las santas más queridas es sin duda santa Clara de
Asís, que vivió en el siglo XIII, contemporánea de san Francisco. Su testimonio nos muestra cuánto debe la Iglesia
a mujeres valientes y llenas de fe como ella, capaces de dar un impulso decisivo
para la renovación de la Iglesia. [...]
Clara nació en 1193, en el seno de una familia aristocrática
y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y pobre,
adoptando la forma de vida que proponía Francisco de Asís.
Después de pasar algunos meses en otras comunidades
monásticas, resistiendo a las presiones de sus familiares, que inicialmente no
aprobaron su elección, Clara se estableció con sus primeras compañeras en la
iglesia de san Damián, donde los frailes menores habían arreglado un pequeño
convento para ellas. En aquel monasterio vivió más de cuarenta años, hasta su
muerte, acontecida en 1253. [...]
Jaime de Vitry captó con perspicacia un rasgo característico de
la espiritualidad franciscana al que Clara fue muy sensible: la radicalidad de
la pobreza, unida a la confianza total en la Providencia divina. Por este
motivo, ella actuó con gran determinación, obteniendo del Papa Gregorio IX o,
probablemente, ya del Papa Inocencio III, el llamado Privilegium paupertatis(cf. FF, 3279).
Al respecto, conviene recordar que Clara fue la primera
mujer en la historia de la Iglesia que compuso una Regla escrita, sometida a la
aprobación del Papa, para que el carisma de Francisco de Asís se conservara en
todas las comunidades femeninas que ya se iban fundando en gran número en su
tiempo y que deseaban inspirarse en el ejemplo de Francisco y de Clara. [...]
En el convento de san Damián Clara practicó de modo heroico las virtudes que
deberían distinguir a todo cristiano: la humildad, el espíritu de piedad y de
penitencia, y la caridad.
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