Amarga
carta de adiós del escritor iraquí cristiano Majed Aziza a su ciudad, Mosul,
después de la decisión del ISIS de expulsar a todos los cristianos.
Expulsados, dejamos nuestra ciudad, Mosul, humillados
por los detentores del nuevo islam. La dejamos por primera vez en la historia.
Y, partiendo, damos las gracias a nuestros vecinos, vecinos que pensábamos que
nos habrían protegido como lo hicieron un tiempo, y que se habrían rebelado
contra la furia de estos criminales del siglo XXI, diciéndoles que somos los auténticos
hijos de esta ciudad y que somos sus fundadores.
Nos armábamos de valor diciéndonos que podíamos contar con ellos, hermanos valerosos que mostrarán de qué pasta están hechos.
Pero nos han abandonado, dejándonos arrastrar fuera de la ciudad, hacia lo desconocido. Han cerrado los ojos, mientras dejábamos detrás nuestra historia, las tumbas de nuestros antepasados, nuestras casas, nuestro patrimonio y todo lo que es querido a nuestro corazón. Nos han abandonado, mientras decíamos adiós a nuestros barrios, a la mezquita de Jonás (que contenía también la tumba de este profeta y que, por este motivo, ha sido destruida por los yihadistas del estado islámico de Iraq y del Levante (ISIS). Adiós también al arzobispado, a la iglesia de Maskinta y a la de Ain Kibrit… ¡Adiós a todos vosotros! No estaremos más en vuestras fiestas y ceremonias, en vuestros matrimonios y funerales. El final de los milenios que hemos pasado juntos.
Adiós a nuestros parientes sepultados en Mosul. Les dejamos, expulsados de nuestra ciudad. Que nos perdonen si no podemos ir a sus tumbas con ocasión de las fiestas religiosas. Adiós a los restos mortales de mi abuelo Elías, de mi tío paterno– padre Mikhail –, a mis tíos maternos Ibrahim y Mikhail Haddad que me transmitieron la pasión del periodismo, adiós a mi tío paterno Estefan Aziza, el primer mártir de la familia, adiós al convento de San Jorge, adiós a los puentes de mi ciudad, a sus murallas y a sus terrenos de juego, a su universidad y a su centro cultural.
Perdonadnos, viejos amigos, hermanos y nobles hijos de nuestra ciudad. Perdonad nuestras faltas. Si acaso hemos faltado a nuestros deberes hacia vosotros, esto no quita que hemos vivido juntos centenares, miles de años, construyendo Mosul con el sudor de nuestra frente.
Y hoy, nos miráis desde lejos, mientras somos expulsados, humillados a los ojos de todos. Los asesinos de Daech (acrónimo árabe de ISIS) nos han echado de nuestras casas y de nuestras ciudades. Adios a todos vosotros. Y gracias. Dejamos por la fuerza una tierra que hemos alimentado con nuestra sangre.
Nos armábamos de valor diciéndonos que podíamos contar con ellos, hermanos valerosos que mostrarán de qué pasta están hechos.
Pero nos han abandonado, dejándonos arrastrar fuera de la ciudad, hacia lo desconocido. Han cerrado los ojos, mientras dejábamos detrás nuestra historia, las tumbas de nuestros antepasados, nuestras casas, nuestro patrimonio y todo lo que es querido a nuestro corazón. Nos han abandonado, mientras decíamos adiós a nuestros barrios, a la mezquita de Jonás (que contenía también la tumba de este profeta y que, por este motivo, ha sido destruida por los yihadistas del estado islámico de Iraq y del Levante (ISIS). Adiós también al arzobispado, a la iglesia de Maskinta y a la de Ain Kibrit… ¡Adiós a todos vosotros! No estaremos más en vuestras fiestas y ceremonias, en vuestros matrimonios y funerales. El final de los milenios que hemos pasado juntos.
Adiós a nuestros parientes sepultados en Mosul. Les dejamos, expulsados de nuestra ciudad. Que nos perdonen si no podemos ir a sus tumbas con ocasión de las fiestas religiosas. Adiós a los restos mortales de mi abuelo Elías, de mi tío paterno– padre Mikhail –, a mis tíos maternos Ibrahim y Mikhail Haddad que me transmitieron la pasión del periodismo, adiós a mi tío paterno Estefan Aziza, el primer mártir de la familia, adiós al convento de San Jorge, adiós a los puentes de mi ciudad, a sus murallas y a sus terrenos de juego, a su universidad y a su centro cultural.
Perdonadnos, viejos amigos, hermanos y nobles hijos de nuestra ciudad. Perdonad nuestras faltas. Si acaso hemos faltado a nuestros deberes hacia vosotros, esto no quita que hemos vivido juntos centenares, miles de años, construyendo Mosul con el sudor de nuestra frente.
Y hoy, nos miráis desde lejos, mientras somos expulsados, humillados a los ojos de todos. Los asesinos de Daech (acrónimo árabe de ISIS) nos han echado de nuestras casas y de nuestras ciudades. Adios a todos vosotros. Y gracias. Dejamos por la fuerza una tierra que hemos alimentado con nuestra sangre.
Fuente: Aleteia
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