domingo, 31 de agosto de 2014

Francisco en el ángelus: es triste encontrarse cristianos aguados

El santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del Palacio Apostólico, como cada domingo, para rezar el ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa antes de la oración mariana:


Queridos hermanos y hermanas buenos días.

En el itinerario dominical con el Evangelio de Mateo, llegamos hoy al punto crucial en el que Jesús, después de haber verificado que Pedro y los otros once habían creído en Él como Mesías e Hijo de Dios "empezó a explicarles que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho..., y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día".

Es un momento crítico en el que emerge el contraste entre la forma de pensar de Jesús y la de los discípulos. Pedro, de hecho, se siente en el deber de regañar al Maestro, porque no puede atribuir al Mesías un final así de innoble. Entonces Jesús, a su vez, regaña duramente a Pedro, le marcó la línea, porque no piensa "según Dios, sino según los hombres" y sin darse cuenta hace la parte de Satanás, el tentador.Sobre este punto insiste, en la liturgia de este domingo, también el apóstol Pablo, el cual, escribiendo a los cristianos de Roma, les dice: "No os ajustéis a este mundo, no ir con los esquemas de este mundo, sino transformaros por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es voluntad de Dios".
De hecho, nosotros cristianos vivimos en el mundo, plenamente insertados en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y es justo así; pero esto lleva el riesgo de que nos convirtamos en "mundanos", el riesgo de que "la sal pierda sabor", como diría Jesús, es decir que el cristiano se "ague", pierda la carga de la novedad que le viene del Señor y del Espíritu Santo. Sin embargo debería ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, esta puede transformar "los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida (Paolo VI, Exort. ap. Evangelii nuntiandi, 19)".

Es triste encontrarse cristianos aguados. Que parecen el vino aguado. Y no se sabe si son cristianos o mundanos. Como el vino aguado no se sabe si es vino o agua. Es triste esto. Es triste encontrarse cristianos que no son ya sal de la tierra. Y sabemos que cuando la sal pierde el sabor, ya no sirve para nada. Su sal ha perdido el sabor porque se han entregado al espíritu del mundo. Es decir, se han convertido en mundanos.Por eso es necesario renovarse continuamente aprovechando la sabia del Evangelio.


 ¿Y cómo puedo poner esto en práctica? Ante todo leyendo y meditando el Evangelio cada día, así que la palabra de Jesús esté siempre presente en nuestra vida. Recordad, os ayudará llevar siempre un Evangelio con vosotros, un pequeño Evangelio, en el bolsillo, en el bolso. Y leer durante el día un pasaje. Pero siempre con el Evangelio, porque es llevar la palabra de Jesús. Y poder leerla.

Además participando en la misa dominical, donde encontramos al Señor en la comunidad, escuchamos su Palabra y recibimos la Eucaristía que nos une a Él y entre nosotros; y después son muy importantes para la renovación espiritual los días de retiro y de ejercicios espirituales. Evangelio, Eucaristía, oración. No olvidéis. Evangelio, Eucaristía, oración. Gracias a estos dones del Señor podemos ajustarnos no al mundo, sino a Cristo, y seguirlo sobre su camino, el camino del "perder la propia vida" para encontrarla. "Perderla" en el sentido de donarla, ofrecerla por amor y en el amor - y esto conlleva al sacrificio, también la cruz- para recibirla nuevamente purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad. La Virgen María nos precede siempre en este camino; dejémonos guiar y acompañar por ella.

viernes, 29 de agosto de 2014

Una carta para el Papa de un sacerdote católico de Irak

"Una carta de lágrimas", así tituló don Behnam Benoka su carta enviada al papa Francisco. El sacerdote ha explicado a ZENIT que aprovechó la presencia de su amigo, el periodista Alan Holdren, en el vuelo papal de vuelta del viaje de Corea, y comunicó su carta a través del sistema de mensajería móvil "Viber". El periodista transcribió la carta en un folio y la entregó al Santo Padre.


En la carta, el sacerdote se dirige al Papa así: "Al Santo Padre nuestro pastor misericordioso" y prosigue: "Me llamo Behnam Benoka, sacerdote de Bartella, una pequeña ciudad cristiana cerca de Mosul. Soy vicerrector del seminario católico de Ankawa. Pero hoy me encuentro en una tienda de campaña que hemos levantado con un equipo de médicos y voluntarios para dar asistencia médica a nuestros hermanos refugiados por la persecución".

Don Behanam explica al Santo Padre la trágica situación en la que están cientos de miles de cristianos: "Santidad, la situación de sus ovejas es miserable, mueren y tienen hambre, sus pequeños tienen miedo y no pueden más. Nosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, somos pocos y tememos no poder responder a las exigencias físicas y psíquicas de sus y nuestros hijos".

El sacerdote también expresa el reconocimiento por los continuos llamamientos del Papa para poner fin al sufrimiento de los hermanos perseguidos en Irak: "Quisiera darle muchas gracias, es más, muchísimas, porque nos lleva siempre en su corazón, métanos en el altar donde celebra la misa para que Dios cancele nuestros pecados y tenga misericordia de nosotros, y quizá aparte de nosotros este cáliz".

La carta prosigue expresando temores y pidiendo bendiciones: "Le escribo con mis lágrimas, porque aquí estamos en un valle oscuro en medio de una gran manada de lobos feroces. Santidad, tengo miedo de perder a sus pequeños, sobre todo a los recién nacidos que cada día se cansan y debilitan más, temo que la muerte se lleve a alguno. Mándenos su bendición para tener la fuerza de ir hacia adelante y quizá podamos resistir aún. Le quiero mucho, Behnam Benoka".

Estoy con vosotros



La respuesta de Francisco no tarda en llegar. De regreso a Italia y precisamente la mañana del 19 de agosto, llama a don Behnam expresando su profunda conmoción por la carta recibida.

Según lo indicado por sacerdote, el Papa ha expresado su profunda gratitud a los voluntarios del trabajo en los campos de refugiados.

En la llamada telefónica, el papa Francisco ha confirmado su pleno apoyo y su cercanía a los cristianos perseguidos, prometiendo que continuará haciendo todo lo posible para dar alivio a su sufrimiento.

Finalmente, el Santo Padre ha impartido su bendición apostólica pidiendo al Señor que les dé el don de la perseverancia en la fe.

(29 de agosto de 2014) © Innovative Media Inc.


 

jueves, 28 de agosto de 2014

CARTA A LA ARCHIDIÓCESIS DE MADRID de Carlos Arzobispo Electo de Madrid y Administrador Apostólico de Valencia. Tras ser nombrado por el Papa Francisco Arzobispo de Madrid



Agradezco al Santo Padre, el Papa Francisco, la misión que me encomienda como Sucesor de Pedro, en la Archidiócesis de Madrid. Querido Sr. Cardenal, Don Antonio María Rouco, desde hace muchos años, siendo ambos jóvenes, S.E.R. como profesor y yo como alumno, nos conocemos. Guardo un recuerdo, agradecimiento y afecto  sincero de aquellos años que marcaron mi vida para siempre en Salamanca. Gracias. Queridos hermanos Obispos Auxiliares, D. Fidel, D. César y D. Juan Antonio, desde estos momentos, gracias por vuestra acogida y ayuda. Quiero tener un recuerdo especial por el Obispo Auxiliar Emérito de Madrid D. Alberto. Gracias, hermanos.


Queridos hermanos sacerdotes, seminaristas, religiosos, religiosas, miembros de institutos seculares y sociedades de vida apostólica, queridos laicos, hermanos y hermanas:

Desde el momento que he sabido que el Santo Padre, el Papa Francisco, me enviaba a la Archidiócesis de Madrid, he tenido la percepción de que el Señor se acercaba una vez más a mi vida para decirme como a los apóstoles: “¡Animo! ¡No temas! ¡Sígueme!” Porque es cierto que cuando te llaman a comenzar otra tarea surgen los miedos. ¡Qué fácil es olvidar que la vida a la que el Señor nos ha llamado es para la misión, para “su misión”! Al hacerse público hoy el nombramiento, doy gracias a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo por la misión que me regala de ser vuestro padre y pastor. Pido al Señor, que me dé la gracia de poner mi vida al servicio de todos vosotros, sé que mi vida no es para mí, sino para vosotros. Recibidla con mis pobrezas, pero con la seguridad de que la gastaré junto a vosotros y con vosotros para anunciar a Jesucristo y hacerle creíble. Deseo ser coherente con el lema episcopal que elegí el día que me nombraron Obispo: “Por Cristo, con Él y en Él”. Como los primeros cristianos deseo vivir junto a vosotros la valentía apostólica que viene dada por el Espíritu Santo: anunciar a Cristo, llevar hacia delante la Iglesia, hacer perceptible la maternidad fructífera de la Iglesia será mi pasión. Quiero y deseo acercaros la Palabra de Jesús que va al corazón porque es palabra de amor, es bella, lleva amor y nos hace amar.

Os dirijo un saludo muy especial a todos los sacerdotes que formáis el presbiterio diocesano y que sois los más estrechos colaboradores del ministerio del Obispo. A todos los sacerdotes enfermos y a los ancianos, que habéis gastado la vida en el anuncio de Jesucristo y amando a la Iglesia, os agradezco vuestra entrega y testimonio. Tengo un recuerdo también por quienes estáis en misión “ad gentes” recordándonos que la Iglesia o es misionera o no es la Iglesia del Señor. Pedid al Señor todos, que esté siempre a vuestro lado y me comporte como padre y hermano que os quiere, os acoge, os conforta, os sugiere y os exhorta. Os pido vuestra colaboración ya desde este momento. Os necesito a todos. El ministerio que hemos recibido, me hace sentir ya vuestra cercanía y comunión, por ello conoceros será mi primera tarea. Estoy convencido, que la exigencia primera de un “buen pastor” es ser un auténtico discípulo de Cristo, que quiere decir, un enamorado del Señor que renueva todo lo que está a su alrededor, pero al mismo tiempo que vive con ardor el ser misionero, y por eso es constante en la búsqueda de todos los hombres, con un interés mayor por quienes están más lejos. Sabéis muy bien, que la misión no se limita a un programa o a un proyecto, es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo que tiene dos salidas: el encuentro con el Señor y el encuentro con los hombres para anunciarle a todos siendo servidores llenos de misericordia. Valientes para rezar y para salir en medio del mundo a anunciar el Evangelio. La evangelización hay que hacerla de rodillas: escuchando al Señor, caminando juntos en fraternidad, llevando la Palabra de Dios en el corazón y dejando que salga de nuestra vida, caminando siempre con la Iglesia.

También quiero dirigirme a vosotros los seminaristas. Mi vida no se explica sin el Seminario. Fueron veinte años de mi vida siendo Rector. Vosotros los seminaristas, de sacerdote y después de Obispo, habéis sido y seréis una preocupación y ocupación capital en mi vida y en mi ministerio. Desde este momento cuento con vosotros. Vais a ser una parte importante de mi vida. Conoceros y quereros es algo de lo cual el Obispo no puede prescindir y quisiera seguir realizándolo si cabe mejor que hasta ahora lo hice.

Queridos miembros de la Vida Consagrada en las diversas formas de expresarse en la Iglesia, los que estáis presentes en tantas realidades de evangelización activa y los que desde vuestra vida contemplativa anunciáis al Señor. Gracias a todos. Cuento con vosotros. Os necesito. A través de toda mi vida, siempre he estado unido a la Vida Consagrada, es más, pertenecéis, estable y firmemente a la vida y a la santidad de la Iglesia, enriquecéis con vuestra presencia mi ministerio y la comunión eclesial. Gracias. Haré todo lo posible por veros pronto. A quienes vivís la contemplación, os visitaré en vuestros monasterios, contando ya desde ahora con vuestra oración.

A todos los fieles laicos que sois la mayoría del Pueblo de Dios y que sobresalís por la fuerza misionera del Bautismo. Juntos estamos llamados a anunciar el Evangelio: en la cultura, en la familia, en el trabajo, en los medios de comunicación social, en el deporte, en el tiempo libre, en la animación del orden social, en la vida pública. En Madrid, hay muchos inmigrantes, los cristianos tenemos que hacer ver y gustar que nadie es extranjero en el Pueblo de Dios, todos somos hijos de Dios y por ello hermanos de todos los hombres. Hagamos nuestros los sueños de Dios: crezcamos en la gracia y en la fuerza que nos viene del Señor a pesar de nuestra debilidad: Él va delante.Tras ser nombrado por el Papa Francisco Arzobispo de Madrid

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Catequesis del Papa Francisco. La Iglesia Una y Santa

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

cada vez que renovamos nuestra profesión de fe recitando el “Credo”, afirmamos que la Iglesia es «una» y «santa». 

Es una, porque tiene su origen en Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. 

Y la Iglesia es santa, porque está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada por su amor y por su salvación. Al mismo tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por pecadores, todos nosotros. Pecadores que experimentamos cada día las propias fragilidades y las propias miserias. Así, esta fe que profesamos nos mueve a la conversión, a tener el valor de vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si nosotros no estamos unidos, si no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús. 

Pero Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia. Él camina con nosotros, Él nos comprende. Comprende nuestras debilidades, nuestros pecados, ¡nos perdona! Siempre que nosotros nos dejemos perdonar, ¿no? Pero Él está siempre con nosotros ayudándonos a ser menos pecadores, más santos, más unidos.

1. El primer consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto por la unidad de sus discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió tanto: “Padre que sean uno”. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la Pasión, cuando estaba a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello que estamos invitados a leer y meditar continuamente, en una las páginas más intensas y conmovedoras del Evangelio de Juan, el capítulo diecisiete (cf. vv. 11,21-23). ¡Qué bello es saber que el Señor, apenas antes de morir, no se preocupó por sí mismo, sino que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, oró justamente para que podamos ser una cosa sola con Él y entre nosotros. Es decir: con estas palabras, Jesús se hizo nuestro intercesor ante el Padre, para que también nosotros podamos entrar en la plena comunión de amor con Él; al mismo tiempo, nos confía este deseo como su testamento espiritual, para que la unidad pueda volverse siempre más la nota distintiva de nuestras comunidades cristianas y la respuesta más bella a cualquier persona que nos pregunte la razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 Pt 3, 15). La unidad.

2 «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste». (Jn 17,21). La Iglesia ha buscado desde el principio realizar este propósito, que es tan querido por Jesús. Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan que los primeros cristianos se distinguían por el hecho de tener “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32); el apóstol Pablo, después, exhortaba a sus comunidades a no olvidar que son «un solo cuerpo» (1 Cor 12,13)…hemos oído en las lecturas. La experiencia, sin embargo, nos dice que son tantos los pecados contra la unidad. Y no pensamos solamente en los cismas, pensamos en faltas muy comunes en nuestras comunidades, en pecados “parroquiales”, en los pecados en las parroquias. 

A veces, de hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión y donde compartir, son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las antipatías...Y las habladurías están a la mano de todos ¿eh? ¡Cuánto se habla en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es bueno?…Y si, uno es elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de él… Y si tal otra es elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan contra de ella…Pero esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos hacerlo! No les digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir al Señor la gracia de no hacerlo. Esto es humano, ¡pero no es cristiano! 

Esto sucede cuando apuntamos a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el centro, con nuestras ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas, y juzgamos a los demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en lugar de ver sus cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide en lugar de aquello que nos une...Una vez, en la diócesis que tenía antes, oí un comentario interesante y bello: se hablaba de una anciana que había trabajado toda su vida en la parroquia. Y una persona que la conocía bien dijo: “esta mujer jamás ha hablado mal, nunca participó de habladurías, siempre tenía una sonrisa”. ¡Una persona así podría ser canonizada mañana! Es así, es bello esto, un hermoso ejemplo. 

Y si miramos la historia de la Iglesia…¡cuántas divisiones entre nosotros, cristianos! También ahora estamos divididos. También en la historia, los cristianos hicimos la guerra entre nosotros por divisiones teológicas, pensemos en la guerra de los treinta años. Pero, esto no es cristiano. ¿Somos cristianos o no? Estamos divididos ahora. Tenemos que pedir por la unidad de todos los cristianos, ir por el camino de la unidad que es lo que Jesús quiere y por lo que ha rezado.

3. En vista de todo esto, tenemos que hacer seriamente un examen de conciencia. En una comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es, por definición, aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa prejuicios…La división en una comunidad cristiana - sea una escuela, sea una parroquia, una asociación, donde sea - es un pecado gravísimo, porque es obra del diablo. 

Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de acogernos, de perdonarnos y de bien querernos, para parecernos cada vez más a Él, que es comunión y amor. En esto está la santidad de la Iglesia: en el reconocerse imagen de Dios, colmada de Su misericordia y de Su gracia.Queridos amigos, hagamos resonar en nuestro corazón estas palabras de Jesús: «Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Pedimos sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo de división o de incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega a la comunión, sino es a través de la continua conversión. ¿Y qué es la conversión?: “Señor, dame la gracia de no hablar mal, de no criticar, de no chismorrear, de querer bien a todos”. ¡Es una gracia que el Señor nos da! Esto es convertir el corazón, ¿no?Y pedimos que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo siempre más bello y gozoso de la relación entre Jesús y el Padre. Gracias.

martes, 26 de agosto de 2014

APRENDER A PERDER

Mt 16, 21-27
El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?


Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.

Escrito por  José Antonio Pagola

lunes, 25 de agosto de 2014

Perder los sueños en Israel y Palestina: “No me queda más que Dios”

El párroco argentino en Franja de Gaza: "Eran viviendas y ya no están más, eran sueños de años y se desvanecieron en un minuto”

En la más reciente de sus crónicas, el padre Jorge Hernández, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado y párroco en la Franja de Gaza, relató la ayuda humanitaria llevada por la Iglesia a las zonas más afectadas durante el periodo de tregua del 10 al 15 de agosto de este año, y aseguró que “los niños son las silenciosas e inocentes víctimas” del conflicto entre Palestina e Israel.
 
El conflicto, iniciado el 8 de julio, ha dejado hasta el momento, de acuerdo a las cifras de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, 1.976 muertos; el 72% que han documentado fueron civiles, y 698 han sido mujeres y niños.
 
En una carta anterior, con fecha 31 de julio, el padre Jorge advirtió que “no han bombardeado la parroquia, como apareció en algunos medios”.
 
“Nosotros estamos bien”, indicó, “por gracia de Dios seguimos adelante, tranquilos y serenos, haciendo lo que se puede”.
 
En su crónica más reciente, fechada el 14 de agosto y titulada “Por que veas lo que yo veo”, el padre Jorge relató que “gozamos de una tregua de cinco días de esta espantosa guerra. Así es que aprovechamos para llevar ayuda a los más necesitados y nos dirigimos hacia El Jiza’a, en Jan Iunes, localidad situada al sur de la Franja de Gaza en la frontera con Israel”.
 
Al llegar a esta, “una de las localidades más dañadas”, el sacerdote se encontró con una insospechada destrucción.
 
“Seguimos a pie. Silencio. ¡No se puede creer! Es tremendamente difícil conceptualizar lo que significa tanta destrucción. Panorama desolador”, escribió.
 
“No hay casas, sólo escombros. Eran viviendas y ya no están más. Eran sueños de años y se desvanecieron en un minuto”.
 
El padre Jorge reflexionó sobre el caso de Abu Ahmad, “un hombre sencillo que pasó toda la vida trabajando para tener su casa. Tenía que habitarla en septiembre, pero ya no podrá hacerlo”.
 
“Seguimos. Poco más adelante el tanque del agua potable del barrio, destruido. ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé”.
 
El sacerdote lamentó que “los niños son las silenciosas e inocentes víctimas de lo que aquí se vive. Baste pensar que un niño de sólo 6 años ha vivido ya 3 guerras, en medio de un ambiente de hostilidad y violencia, con habituales esporádicos bombardeos, en una prisión a cielo abierto”.
 
“¿¡Qué clase de infancia pueden vivir!? ¿¡Qué personalidad pueden fraguar, que carácter forjar!? -se preguntó-. Es difícil encontrar en ellos la alegría espontanea”.
 
El padre Jorge se cuestionó “¿cómo hace la gente? ¿Cómo enfrenta todo esto? ¿Cómo se empieza? Se empieza resignándose a aceptar la realidad. Lo que sucedió no se puede cambiar. Sólo queda confiarse a Dios y recomenzar. La vida continúa”.
 
“Van a sus casas (ruinas), observan, repasan, recuerdan los lugares de la casa donde estaba tal o cual cosa. Ven una ropa, que todavía sirve, la separan. Una silla, un zapato, una cuadro, un ladrillo… lo separan, pues todavía es útil. Y así, con el resto. Se comienza de a poco y se camina un paso a la vez. ¡Que fortaleza!”.
 
El sacerdote argentino señaló que estando en ese poblado destruido por los bombardeos “encontré un hombre que me dio una gran lección. Me acerco para hablar con él y al final, como despidiéndose me dijo: ‘No me queda más que Dios’. Resultan extraños, a veces, los caminos que la Divina Providencia utiliza para instruirnos. Creo que este debiera ser el lema del religioso, desprendido de todo, confiado sólo a Dios”.
 
Pasado el mediodía, recordó el párroco, vio a una familia “almorzando en lo que queda de su casa”. “Abas, garbanzos, cebollas, constituyen el bocado diario básico, y muchas veces el único”.
 
“Más adelante, un montón de escombros con la bandera palestina. Alta, esbelta, flameando, como sugiriendo a un tiempo la paciencia de la gente simple y sencilla que no baja los brazos”.
 
Al volver, concluyó, con “paso lento y el ánimo ido, no se puede menos que elevar una plegaria al Buen Dios, para que tenga misericordia de todos; ilumine y cambie las inteligencias de los responsables de semejante masacre, que duras cuentas habrán de dar ante Él; por los niños, tristes víctimas de esta locura”.

Fuente: Aciprensa

¡Ay de los que cierran a los hombres el Reino de los Cielos!



Evangelio según San Mateo 23,13-22.

"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!

¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!

¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar'.

¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?

Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.

Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.

Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

De News.va

domingo, 24 de agosto de 2014

Pensemos de qué modo responderemos a la pregunta de Jesús: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?», el Papa a la hora del Ángelus

El Evangelio de este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo»; y Jesús llama «bienaventurado» a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: “Pedro”, que en la lengua de Jesús suena “Cefas”, una palabra que significa “piedra”. En la Biblia este nombre, este término, “piedra”, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.


Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe “fiable”, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.


Jesús tiene el propósito de dar vida a “su” Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza. Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe “de confianza”. Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta.


El Señor tiene en su mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina de Simón, lo llama “piedra”, y manifiesta la intención de construir su Iglesia sobre esta fe.

Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.
El Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? 

Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto.
Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas partes del mundo.
 

También en nuestros días «mucha gente» piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?». ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?
Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».
Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre?



Evangelio según San Mateo 16,13-20.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".

Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Desde mi cruz a tu soledad


Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme

y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo

y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mí.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilato,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.
Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que flaquees, búscame y me encontrarás,
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito de tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo 
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.

Tu amigo que te ama,
Jesús.
Fuente: Tengo sed de Ti

viernes, 22 de agosto de 2014

Santa María Reina

Pablo VI dice en su exhortación apostólica Marialis cultus: «La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después y en la que se contempla a aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre».

Se subraya así el vínculo profundo que existe entre la Asunción y la Coronación de la Virgen. En esa misma línea de pensamiento, el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Iglesia, enumera las grandezas de la Madre de Jesús, que culminan en su coronación: Los Apóstoles –recuerda–, antes de recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés, perseveraban unánimes en la oración con María, la Madre de Jesús.

También María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sombra.

Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte (Lumen gentium, 59).
 
Pío XII, en su Encíclica sobre la Realeza de María, exponía que el pueblo cristiano, desde los primeros siglos de la Iglesia, ha elevado suplicantes oraciones e himnos de loa y de piedad a la “Reina del Cielo”, tanto en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligro; y que nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció la fe que nos enseña que la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, y está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.
 
Con razón –añadía el Papa–, el pueblo cristiano ha creído siempre que aquella de quien nació el Hijo del Altísimo, Príncipe de la Paz, Rey de reyes y Señor de los señores, recibió de Dios singularísimos privilegios de gracia; y considerando luego las íntimas relaciones que unen a la madre con el hijo, ha reconocido en la Madre de Dios una regia preeminencia sobre todos los seres.

En la tradición cristiana, ya los antiguos escritores, fundados en las palabras del arcángel san Gabriel, que predijo el reinado eterno del Hijo de María, y en las de Isabel, que se inclinó reverente ante ella llamándola Madre de mi Señor, llamaban a María Madre del Rey y Madre del Señor, queriendo significar que de la realeza del Hijo se derivaba la de su Madre.
 
La sagrada liturgia, fiel espejo de la enseñanza comunicada por los Padres y creída por el pueblo cristiano, ha cantado en el correr de los siglos y canta de continuo, así en Oriente como en Occidente, las glorias de la celestial Reina: Salve Regina, Regina caeli laetare, Ave Regina caelorum, etc.

También el arte, al inspirarse en los principios de la fe cristiana, y como fiel intérprete de la espontánea y auténtica devoción del pueblo, ya desde el Concilio de Éfeso, ha representado a María como Reina y Emperatriz coronada.
 
Desde el punto de vista teológico, el argumento principal en que se funda la dignidad regia de María es su divina maternidad: el ser madre de Jesucristo, el único que en sentido estricto, propio y absoluto, es Rey del Universo por naturaleza. A lo que hay que añadir que la Virgen también es proclamada Reina en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo, asociada a su Hijo, en la obra de nuestra eterna salvación.
 
La Iglesia no ha cesado de avivar la devoción a María, madre de Dios y madre de nuestra, y de fomentar la confianza en su maternal intercesión.

jueves, 21 de agosto de 2014

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Mt 16, 13-20

También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. No nos pregunta solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras comunidades?

¿Conocemos cada vez mejor a Jesús, o lo tenemos “encerrado en nuestros viejos esquemas aburridos” de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades, o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?

¿Amamos a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia y el olvido? ¿Quiénes se acercan a nuestras comunidades pueden sentir la fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?

¿No sentimos discípulos y discípulas de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la sociedad actual, o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera, o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?

¿Estamos aprendiendo a mirar la vida como la miraba Jesús? ¿Miramos desde nuestras comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad, o nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?

¿Seguimos a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre, o seguimos pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos exclusivamente de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo de seguir a Jesús es vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?

¿Vivimos el domingo cristiano celebrando la resurrección de Jesús, u organizamos nuestro fin de semana vacío de todo sentido cristiano? ¿Hemos aprendido a encontrar a Jesús en el silencio del corazón, o sentimos que nuestra fe se va apagando ahogada por el ruido y el vacío que hay dentro de nosotros?

¿Creemos en Jesús resucitado que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza renovadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro de nosotros?


        José Antonio Pagola

Agradecimiento del Papa a la Virgen por la peregrinación a Corea y preocupación por Irak. A los periodistas en el avión: “detener si, bombardear no”

Inmediatamente después su llegada a Roma, antes de las 18 horas del 18 de agosto, de regreso de su tercer viaje apostólico, Francisco se dirigió a la Basílica Santa María Mayor con un ramo de flores que le entregó en Seúl una niña coreana.
 

En el avión el Obispo de Roma habló con los periodistas de los momentos más importantes de este viaje, de las emociones vividas y de los diversos encuentros, de la actualidad internacional desde Irak a Oriente Medio. El servicio es de nuestra colega Gabriela Ceraso:
El pensamiento sobre el pueblo coreano abre y cierra sustancialmente el diálogo articulado en 16 preguntas que el Papa respondió a los periodistas. 

Fue la actualidad internacional la que irrumpió entre los argumentos. Especialmente Irak: “Estoy dispuesto a ir”, reveló Francisco, “pero en este momento no es lo mejor para hacer”, después afirmó: “Es lícito frenar al agresor injusto”, frenar, "no digo bombardear", aclara, y por lo tanto evaluar los medios con los cuales hacerlo”. Detener al agresor es justo y lícito.Pero tenemos que tener memoria de todas las veces que con esta escusa de detener al agresor las potencias se han apropiado de los pueblos y han hecho ¡una verdadera guerra de conquista! Una sola nación no puede juzgar cómo se detiene esto, cómo se detiene a un agresor injusto".
 


Después se habló de la guerra en Oriente Medio. Le preguntan si fue inútil la oración y el ayuno con Abu Mazen y Peres, en el Vaticano. El Obispo de Roma respondió que aquella iniciativa “nacida de hombres que creen en Dios”, “no ha sido un fracaso absoluto” porque sin oración no hay negociación ni diálogo –explicó-, ha sido un paso fundamental en cuanto a la actitud humana”, “Creo que la puerta fue abierta”: "Ahora el humo de las bombas, de las guerras no dejan ver la puerta, pero la puerta ha quedado abierta desde aquel momento. Yo creo en Dios y creo que el Señor mira aquella puerta y a cuantos rezan y a cuantos piden que Él nos ayude".
 


Las emociones experimentadas, que encuentran muchos testimonios de sufrimiento en Corea, son ocasión para que el Papa hable de los efectos de la guerra. En el abrazo con las mujeres ancianas que sobrevivieron a la deportación en la Segunda Guerra mundial Francisco manifiesta haber visto el dolor de todo el pueblo coreano, dividido, humillado, invadido y sin embargo fuerte en su dignidad. De aquí parte el llamado al mundo: “debemos detenernos a pensar un poco en el nivel de crueldad al que hemos llegado” y después, palabras duras sobre la tortura usada en los procesos judiciarios y de inteligencia: "La tortura es un pecado contra la humanidad, es un delito contra la humanidad y a los católicos yo les digo: ¡Torturar una persona es pecado mortal, es pecado grave!. Pero es más: es un pecado contra la humanidad".
 


Después el pensamiento del Papa regresa sobre la disponibilidad al diálogo con el pueblo chino, definido “bello, noble y sabio”; "la Santa Sede tiene abiertos los contactos” dice Francisco que revela el deseo de viajar a China.También le hacen una pregunta sobre el proceso de beatificación del arzobispo de San Salvador, Mons. Oscar Arnulfo Romero. “Está desbloqueado” -explica el Papa-, y expresa el deseo de que ahora todo se aclare para este "hombre de Dios" y se proceda con prontitud.
 

Después, las infaltables preguntas sobre los viajes previstos para el 2015: es segura la etapa en Filadelfia, para el encuentro mundial de las familias, a la que se podría agregar New York y Washington. Es probable después el viaje a Méjico, pero no es seguro, como también España. Finalmente, tantas curiosidades de los periodistas sobre la vida privada: la vida "normal" en Santa Marta, las vacaciones caracterizadas por un “ritmo distinto” de vida, con más lectura, más descanso, música. También la relación con Benedicto XVI fue tema de la conferencia: Es una relación "fraterna" hecha de intercambio continuo de opiniones. La elección que hace hoy un Papa emérito "abre una puerta", afirma Francisco, una “puerta que es institucional, non excepcional": "Porque nuestra vida se alarga y a una cierta edad no está la capacidad de gobernar bien, porque el cuerpo se cansa… la salud quizá es buena pero no hay capacidad para llevar adelante los problemas de un gobierno como el de la Iglesia. Quizá algún teólogo me dirá que esto es injusto. Los siglos dirán si es justo o no. Veremos. Pero yo haría lo mismo".