Mt 16, 21-27
El dicho está recogido en todos
los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su
vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está
hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el
verdadero valor de la vida.
El dicho está expresado de manera
paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida:
una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a
seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser
humano a la salvación definitiva.
El primer camino consiste en
aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio
“yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de
vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a
la perdición.
El segundo camino consiste en
saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto
humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia,
buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso
de vivir conduce al ser humano a su salvación.
Jesús está hablando desde su fe
en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos.
¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes
económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los
individuos, su propio interés?
La lógica que dirige en estos
momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos
estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es
poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más
productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.
Buscamos insaciablemente
bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos
“progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar
a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos
años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los
hambrientos?
Si los países privilegiados solo
buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro
potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial.
Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable
para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo,
hemos de aprender a perder.
Escrito por José Antonio
Pagola
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