Nació en el seno de una familia
numerosa campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el
Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado
sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la
Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le
valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo beatificó el año
2000 y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre.
De
la homilía de Juan Pablo II
en la misa de beatificación (3-IX-2000)
Contemplamos hoy en la gloria del
Señor a Juan XXIII, el Papa que conmovió al mundo por la afabilidad de su
trato, que reflejaba la singular bondad de su corazón...
Ha quedado en el recuerdo de todos
la imagen del rostro sonriente del Papa Juan y de sus brazos abiertos para
abrazar al mundo entero. ¡Cuántas personas han sido conquistadas por la
sencillez de su corazón, unida a una amplia experiencia de hombres y cosas!
Ciertamente la ráfaga de novedad que aportó no se refería a la doctrina, sino
más bien al modo de exponerla; era nuevo su modo de hablar y actuar, y era
nueva la simpatía con que se acercaba a las personas comunes y a los poderosos
de la tierra. Con ese espíritu convocó el Concilio ecuménico Vaticano II, con
el que inició una nueva página en la historia de la Iglesia: los cristianos se
sintieron llamados a anunciar el Evangelio con renovada valentía y con mayor
atención a los "signos" de los tiempos. Realmente, el Concilio fue
una intuición profética de este anciano Pontífice, que inauguró, entre muchas
dificultades, un tiempo de esperanza para los cristianos y para la humanidad.
En los últimos momentos de su
existencia terrena, confió a la Iglesia su testamento: «Lo que más vale en la
vida es Jesucristo bendito, su santa Iglesia, su Evangelio, la verdad y la
bondad». También nosotros queremos recoger hoy este testamento, a la vez que
damos gracias a Dios por habérnoslo dado como Pastor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario