Los Salmos son para los cristiano la gran escuela de oración.
La liturgia de este domingo nos ofrece la meditación del salmo 51 (50 en la Biblia Vulgata y el Misal), el salmo penitencial por excelencia, conocido popularmente como el Miserere.
Podemos meditarlo entero en la Biblia o en las cuatro estrofas del Responsorial del domingo.
El hombre pecador se vuelve al Dios de la bondad y la misericordia ante el que se confiesa culpable y le pide perdón; la gracia divina le renueva –un corazón puro–, le devuelve la alegría y le capacita para alabar a Dios con los labios y la boca.
Cristo ofrece a todos el perdón incondicional del Padre, asegurado con su entrega por todos en la Cruz.
Salmo 51 (50)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
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