Es ciego de nacimiento. Ni él ni sus padres tienen
culpa alguna, pero su destino quedará marcado para siempre. La gente lo mira
como un pecador castigado por Dios. Los discípulos de Jesús le preguntan si el
pecado es del ciego o de sus padres.
Jesús lo mira de manera diferente.
Desde que lo ha visto, solo piensa en rescatarlo de aquella vida desgraciada de
mendigo, despreciado por todos como pecador. Él se siente llamado por Dios a
defender, acoger y curar precisamente a los que viven excluidos y humillados.
Después de una curación trabajosa en
la que también él ha tenido que colaborar con Jesús, el ciego descubre por vez
primera la luz. El encuentro con Jesús ha cambiado su vida. Por fin podrá disfrutar
de una vida digna, sin temor a avergonzarse ante nadie.
Se equivoca. Los dirigentes
religiosos se sienten obligados a controlar la pureza de la religión. Ellos
saben quién no es pecador y quién está en pecado. Ellos decidirán si puede
ser aceptado en la comunidad religiosa.
El mendigo
curado confiesa abiertamente que ha sido Jesús quien se le ha acercado y lo ha
curado, pero los fariseos lo rechazan irritados: “Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador”. El hombre insiste en defender a Jesús: es un profeta, viene de Dios. Los
fariseos no lo pueden aguantar: “Empecatado
naciste de pies a cabeza y, ¿tú nos vas a dar lecciones a nosotros?”.
El evangelista
dice que, “cuando
Jesús oyó que lo habían expulsado, fue a encontrarse con él”. El diálogo es breve. Cuando Jesús le pregunta si cree en el Mesías, el
expulsado dice: “Y,
¿quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le
responde conmovido: No esta lejos de ti. “Lo estás viendo; el que te está hablando, ese es”. El mendigo le dice: “Creo,
Señor”.
Así es Jesús. Él viene siempre al
encuentro de aquellos que no son acogidos oficialmente por la religión. No
abandona a quienes lo buscan y lo aman aunque sean excluidos de las comunidades
e instituciones religiosas. Los que no tienen sitio en nuestras iglesias tienen
un lugar privilegiado en su corazón.
¿Quién llevará hoy este mensaje de
Jesús hasta esos colectivos que, en cualquier momento, escuchan condenas
públicas injustas de dirigentes religiosos ciegos; que se acercan a las
celebraciones cristianas con temor a ser reconocidos; que no pueden comulgar
con paz en nuestras eucaristías; que se ven obligados a vivir su fe en Jesús en
el silencio de su corazón, casi de manera secreta y clandestina? Amigos y
amigas desconocidos, no lo olvidéis: cuando los cristianos os rechazamos, Jesús
os está acogiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario