Divorciados
y separados constituyen un desafío pastoral para la Iglesia. Es necesario, por lo
tanto, preguntarse cómo ayudarles para no hacerles sentir excluidos de la
misericordia de Dios. Lo recomendó el Papa Francisco el viernes 7 de febrero,
por la mañana, a los obispos polacos en visita «ad limina Apostolorum». Hoy el
matrimonio «es frecuentemente considerado como una forma de gratificación
afectiva –afirmó el Pontífice– que puede constituirse de cualquier modo y
modificarse según la sensibilidad de cada uno.
Por
desgracia esta visión influye también en la mentalidad de los cristianos,
causando una facilidad a recurrir al divorcio o a la separación de hecho». Son
personas que no deben ser abandonadas por la
Iglesia. Y por esto los «Pastores –subrayó– están llamados a preguntarse acerca
de cómo ayudar a los que viven en esta situación, para que no se sientan
excluidos de la misericordia de Dios, del amor fraterno de otros cristianos y
de la solicitud de la
Iglesia por su salvación; cómo ayudarles a no abandonar la fe y hacer crecer a
sus hijos en la plenitud de la experiencia cristiana».
La
atención a la familia es una de las recomendaciones pastorales propuestas por
el Santo Padre a los prelados polacos, llamados a afrontar tales retos hasta el
punto de poner en peligro también «las grandes potencialidades de fe, de
oración, de caridad y de práctica cristiana» que la Iglesia que está en Polonia
tiene en gran medida.
Al
recordar la celebración en Cracovia de la próxima jornada mundial de la
juventud de 2016, el Pontífice planteó la cuestión de los jóvenes, que en un
mundo cada vez más rico de instrumentos informáticos capaces de vencer toda
dificultad de comunicación corren el riesgo de perder de vista la importancia
de la relación interpersonal. De aquí la necesidad de encaminarlos hacia formas
asociativas y movimientos «cuya espiritualidad se basa en la Palabra de Dios, en la
liturgia, en la vida comunitaria y en el testimonio misionero».
El
obispo de Roma recomendó, luego, a los obispos polacos una especial atención a
la promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada y, sobre
todo, a la formación de los nuevos sacerdotes, animados por un espíritu
misionero que les lleve a salir y encontrar a quien está todavía esperando el
anuncio. Al final el Papa Francisco exhortó a los prelados a alimentar siempre
entre los fieles la «fantasía de la caridad» que lleva a la solidaridad con los
pobres.
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