Por
lo tanto, para dialogar no hay necesidad de alzar la voz, «sino que es necesaria
la mansedumbre». Y, además, «es necesario pensar que la otra persona tiene algo
más que yo», tal como hizo David, quien, mirando a Saúl, se decía a sí mismo:
«él es el ungido del Señor, es más importante que yo». Junto «con la humildad y
la mansedumbre, para dialogar –añadió el Pontífice– es necesario hacer lo que
hemos pedido hoy en la oración, al comienzo de la misa: hacerse todo a todos».
«Humildad,
mansedumbre, hacerse todo a todos» son los tres elementos básicos para el
diálogo. Pero aunque «no esté escrito en la Biblia –puntualizó el Santo Padre–,
todos sabemos que para hacer estas cosas es necesario tragar mucha quina;
debemos hacerlo, porque las paces se hacen así». Las paces se hacen «con
humildad, con humillación», siempre tratando de «ver en el otro la imagen de
Dios». Así muchos problemas encuentran solución, «con el diálogo en la familia,
en las comunidades, en los barrios». Se requiere disponibilidad para reconocer
ante el otro: «escucha, disculpa, creía esto…». La actitud justa es «humillarse:
es siempre bueno construir un puente, siempre, siempre». Este es el estilo de
quien quiere «ser cristiano», aunque –admitió el Papa– «no es fácil, no es
fácil». Sin embargo, «Jesús lo hizo, se humilló hasta el fin, nos mostró el
camino».
El
Pontífice dio luego otro consejo práctico: para abrirse al diálogo «es
necesario que no pase mucho tiempo». En efecto, hay que afrontar los problemas
«lo antes posible, en el momento en que se puede hacer, cuando ha pasado la
tormenta». Inmediatamente hay que «acercarse al diálogo, porque el tiempo hace
crecer el muro», tal «como crece la hierba mala, que impide el crecimiento del
grano». Y puso en guardia: «cuando crecen los muros, es mucho más difícil la
reconciliación, mucho más difícil». El obispo de Roma hizo referencia al muro
de Berlín, que durante muchos años fue un elemento de división. Y observó que
«también en nuestro corazón existe la posibilidad de convertirnos como Berlín,
con un muro levantado frente a los demás. De ahí la invitación a «no dejar que
pase mucho tiempo» y a «buscar la paz lo antes posible».
En
particular, el Papa hizo referencia a los esposos: «es normal que os peleéis,
es normal». Y viendo la sonrisa de algunas parejas presentes en la misa,
reafirmó que «en un matrimonio se pelea, algunas veces incluso vuelan los
platos». Pero «jamás debe terminar la jornada –aconsejó– , sin hacer las paces,
sin el diálogo que algunas veces es solamente un gesto», un decirse «hasta
mañana».
«Tengo
miedo de estos muros –afirmó el Papa– que se elevan cada día y favorecen los
resentimientos. También el odio». E indicó de nuevo la elección del «joven
David: podía vengarse perfectamente», podía matar al rey, pero «eligió el
camino del diálogo con humildad, con mansedumbre, de la dulzura». Y, en
conclusión, pidió «a san Francisco de Sales, doctor en dulzura», que nos
conceda «a todos nosotros la gracia de construir puentes con los demás, jamás
muros».
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