viernes, 3 de enero de 2014

Un solo propósito: la caridad

Un par de veces al mes paso por un lugar donde siempre está parado el mismo mendigo. Eso no es nada raro. En mi país, en cada luz de tráfico hay alguien pidiendo limosna. Pero ese mendigo particular tiene algo que me llama. Es como si me dijera, “Mírame, ¡qué yo puedo ser Jesús!”


Me confieso culpable, hasta ahora solamente he bajado el vidrio y le he dado un dólar. Lo hago cada vez que paso… pero en mi corazón sé que eso no es suficiente. Y es que mirándole, cobra vida ese pasaje donde Jesús nos dice: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme». Jesús no espera una “limosna” de mí, Él espera que le dé más, que le dé mi vida.
San Basilio Magno dijo una vez,
Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón.
Por eso, mi propósito de año nuevo es ir más allá de reconocer el rostro de Cristo en el necesitado. Cuando llegue el día de encontrarme frente a frente con Él, no bastará decirle que lo vi con hambre si no le di de comer…
Fuente: Tengo sed de Ti

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