Les agradezco, y quisiera aprovechar de este encuentro con ustedes que trabajan en las cárceles de toda Italia para hacer llegar un saludo a todos los detenidos. A todos. Por favor, díganles que rezo por ellos, que los llevo en el corazón, rezo al Señor y a la Virgen para que puedan superar positivamente este periodo difícil de su vida. Que no se desalienten, que no se cierren: ustedes saben, un día todo va bien, otro día se decaen, es esa oleada difícil...
El Señor está cerca. Pero díganselo con los gestos, con las palabras, con el corazón que el Señor no se queda afuera de su celda, no se queda fuera de la cárcel: está adentro, está allí. Pueden decirles esto: el Señor está dentro con ellos; también Él es un encarcelado... de nuestros egoísmos, de nuestros sistemas, de tantas injusticias que son fáciles para punir al más débil, ¿no? Pero los peces grandes nadan libremente en el agua, ¿no? Ninguna celda está tan aislada como para excluir al Señor, ninguna: Él está allí, llora con ellos, trabaja con ellos, espera con ellos. Su amor paterno y materno llega a todas partes. Rezo para que cada uno abra el corazón a este amor del Señor. Y también cuando recibo una carta de uno de ellos – en Buenos Aires los visitaba, ¿no? – y desde aquí cada vez que llamo a alguno de aquéllos de Buenos Aires que conozco, que están en la cárcel, un domingo, y tengo una charla, después, cuando termino, pienso: “por qué él está allí y yo no, que tengo tantos y más méritos que él para estar allí?” Y esto me hace bien. ¿Por qué el ha caído y no he caído yo? Porque las debilidades que tenemos son las mismas y para mí es un misterio que me hace rezar y me hace acercarme a ellos. También decirlo.
Y rezo también por ustedes Capellanes, por su ministerio, que no es fácil, muy arduo y muy importante: expresa una de las obras de misericordia, hace también visible aquella presencia del Señor en la cárcel, en la celda...ustedes son signo de la cercanía de Cristo a estos hermanos que tienen necesidad de esperanza. Recientemente, han hablado de una justicia de reconciliación, ¿no? También una justicia de esperanza, de puertas abiertas, de horizontes... ésta no es una utopía: se puede hacer. No es fácil, porque nuestras debilidades están por todos lados, también el diablo está por todos lados, las tentaciones están por todos lados... pero siempre buscar aquello, ¿no? Les deseo que el Señor esté siempre con ustedes, los bendiga y la Virgen los custodie. Siempre de la mano de la Virgen, porque Ella es la Madre de todos ustedes y de todos aquellos en la cárcel. Les deseo esto. Gracias.
Y pidamos al Señor que los bendiga a ustedes y a sus amigos y a sus amigas en las cárceles. Pero antes oremos a la Virgen para que nos lleve siempre hacia Jesús: Ave María...
(María Cecilia Mutual – RV).
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