Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la
oveja perdida. Quiere absolutamente visitar «a los que viven en tinieblas y
en sombra de muerte». El, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, hijo de Eva,
va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.
El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras
de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado
por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos.
Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: Y con tu espíritu. Y tomándolo por la
mano le añade: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y
Cristo será tu luz».
Yo soy tu Dios que por ti y por todos los que han de
nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo: tengo el poder de anunciar
a los que están encadenados: Salid; y a los que se encuentran en las
tinieblas: iluminaos; y a los que dormís: levantaos.
A ti te mando: «despierta tú que duermes», pues no
te creé para que permanezcas cautivo en el Abismo; «levántate de entre los
muertos», pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos;
levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí
porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.
Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo,
tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que estoy sobre los
cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me he hecho
hombre, «semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos»; por ti
que fuiste expulsado del huerto he sido entregado a los judíos en el huerto,
y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara que he
soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de
mis mejillas que he soportado para reformar de acuerdo con mi imagen tu
imagen deformada.
Contempla los azotes en mis espaldas que he aceptado
para aliviarte del peso de los pecados que habían sido cargados sobre tu
espalda. Contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero; por
ti los he aceptado, que maliciosamente extendiste una mano al árbol.
Dormí en la cruz y la lanza atravesó mi costado por
ti, que en el paraíso dormiste y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado
ha curado el dolor del costado. Mi sueño te saca del sueño del Abismo. Mi
lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso.
Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del
paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste. Te
prohibí que comieras del árbol de la vida, que no era sino imagen del
verdadero árbol; yo soy el verdadero árbol, yo que soy la vida y que estoy
unido a ti. Coloqué un querubín que fielmente te vigilará; ahora te concedo
que el querubín, reconociendo tu dignidad, te sirva.
El trono de los querubines está preparado, los
portadores atentos y preparados, el tálamo construido, los alimentos prestos,
se han embellecido los eternos tabernáculos y las moradas, los tesoros
abiertos y el reino de los cielos que existe antes de los siglos está
preparado. "
De una homilía antigua sobre el grande y santo
Sábado (PG 43, 439. 451. 462-463)
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