“El Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros” (Is 7, 14)-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. (Lc 1, 26-38). Súplica
“Llave de David, que abres las puertas del reino eterno, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas”.
Consideración
Al hacer un pacto, suele
intercambiarse un documento y es necesario un testigo que garantice el
cumplimiento de lo acordado. Dios, por su cuenta, sin que nadie se lo pida, nos
entrega la señal más entrañable, una doncella encinta, para acreditar su opción
de acompañarnos siempre.
Por el misterio de Emmanuel se
confirma la voluntad divina de amar, proteger, acompañar a cada criatura dentro
de ella misma. Somos en verdad tabernáculos sagrados, tiendas del encuentro,
artesas remecidas de presencia divina, seres habitados.
En la hondura del ser, en el
hondón del alma, más íntimo que nuestra propia intimidad, en el corazón, todos
los seres humanos llevamos grabada la imagen de nuestra semejanza divina, que
nos acredita a los ojos de Dios como criaturas suyas.
Quienes son conscientes de la
opción de Dios de hacerse carne; quienes dan fe a la Palabra revelada, que
asegura el acompañamiento divino, han conocido el secreto de la fuerza
invencible, de la alegría constante, de la seguridad permanente. De ellos se
aleja el temor y el miedo, porque están seguros de la opción divina en su favor.
Todo se confirmó cuando María quedó
embarazada y se convirtió en señal del cumplimiento de todas las alianzas.
Ruego
No seas injusto contigo mismo. No
andes solitario, sin referencia a quien te ha hecho persona sagrada, habitada
por el misterio. Abre la llave de tu espacio interior, entra en la celda de tu
corazón, y aguarda en silencio, hasta escuchar claramente, aun sin palabras,
que eres amado.
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