miércoles, 10 de octubre de 2012

Trasmitir al mundo la pasión por Cristo



La pasión por comunicar Cristo al mundo y la conciencia de que Dios actúa en la Iglesia han sido los puntos claves del breve discurso que Benedicto XVI ha dirigido esta mañana a los Padres sinodales en la apertura del Sínodo dedicado a la Nueva evangelización y la transmisión de la fe. 

Las preguntas sobre si Dios es una hipótesis, una realidad, o no lo es -dijo el Papa- son hoy tan actuales como antaño. Con el Evangelio, Dios ha roto su silencio; nos ha hablado y ha entrado en la historia. Jesús es su palabra; el Dios que demuestra que nos ama y que sufre con nosotros hasta la muerte para resucitar después. 

Ésta, prosiguió el pontífice, es la respuesta de la Iglesia a ese gran interrogante. Pero la cuestión es también, cómo se puede comunicar esa realidad a la humanidad de nuestra época para que aprenda la salvación. Ahora bien, la Iglesia no se hace a sí misma; puede solamente dar a conocer lo que Dios ha hecho. La Iglesia, observó el Santo Padre, no comienza con nuestro hacer, sino con el hacer y el hablar de Dios.º 

Después de recordar que los apóstoles recibieron el Espíritu Santo, reunidos en oración en el cenáculo en Pentecostés, Benedicto XVI explicó que no era una simple formalidad el hecho de que cada asamblea sinodal comenzase con una plegaria, sino una demostración de la certeza de que la iniciativa viene siempre de Dios, que nosotros podemos implorarla y que, con Dios, la Iglesia puede solamente cooperar. 

Tras esta toma de conciencia, el segundo paso es el de la “confesión”, el testimonio, incluso en situaciones que impliquen graves peligros. Este testimonio en momentos difíciles es, precisamente, una garantía de credibilidad ya que implica la disponibilidad a dar la vida por aquello en que se cree. 

La confesión necesita también de una forma visible, de un `ropaje`. Este es, dijo el Papa, la caridad, la fuerza más grande que debe hacer latir el corazón de cada cristiano. La fe concluyó, tiene que transformarse en nosotros en llama de amor, que encienda nuestro ser y se propague al prójimo. Esta es la esencia de la evangelización.  

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