Juan Pablo I, el Papa de la eterna sonrisa, dijo una vez: “Personalmente, cuando hablo solo con Dios y la Virgen, más que adulto prefiero sentirme niño.
La mitra, el solideo, el anillo desaparecen; mando de vacaciones al adulto y también al obispo, para abandonarme a la ternura espontánea que tiene un niño delante de papá y mamá.
El rosario, oración simple y fácil, a su vez, me ayuda a ser niño y no me avergüenzo de ello en absoluto”.
Esta semana te invito a rezar el Rosario con la candidez e inocencia de un pequeño niño que se abandona en los brazos de sus padres... y con la certeza de que no hay un lugar donde podamos estar más seguros y felices, presentemos a Dios nuestras intenciones, esperándolo todo de Él...
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