domingo, 24 de junio de 2012

El mandamiento nuevo


Se ha dicho que la novedad, más allá del mandamiento ya existente del amor al prójimo, se manifiesta en la expresión "amar como yo os he amado", es decir, en amar hasta estar dispuestos a sacrificar la propia vida por el otro. Entonces habría que definir el cristianismo como una especie de esfuerzo moral extremo.

No, la verdadera novedad del mandamiento nuevo no puede consistir en la elevación de la experiencia moral. Lo esencial también en estas palabras no es precisamente la llamada a una exigencia suprema, sino al nuevo fundamento del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con Cristo, de vivir en Él.


Se puede ver la conexión con el lavatorio de los pies; sólo si nos dejamos lavar una y otra vez, si nos dejamos "purificar" por el Señor mismo, podemos aprender a hacer, junto con Él, lo que Él ha hecho.


La inserción de nuestro yo en el suyo - "vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí" (Ga, 2, 20)- es lo que verdaderamente cuenta. Por eso la segunda palabra clave que aparece frecuentemente en la interpretación que hace San Agustín del Sermón de la Montaña es "misericordia".
                                                                                                                                                                                          Debemos dejarnos sumergir en la misericordia del Señor, entonces también nuestro "corazón" encontrará el camino recto.
El "mandamiento nuevo" no es simplemente una exigencia nueva y superior. Está unido a la novedad de Jesucristo, al sumergirse progresivamente en Él.


Recordemos que ser cristiano es ante todo un don, pero que luego se desarrolla en la dinámica de vivir y poner en práctica este don.


Benedicto XVI, segundo libro de Jesús de Nazaret.


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