Durante su viaja a Cesena y Bolonia, en el norte de Italia, el Papa ha hecho un llamamiento a la solidaridad con refugiados e inmigrantes y ha condenado la corrupción política
Francisco ha visitado este domingo un polémico centro de refugiados en las afueras de Bolonia, conocido como El Eje. Dirigido por una organización benéfica, es el hogar de alrededor de 1.000 solicitantes de asilo, la mayoría de los cuales arriesgaron sus vidas cruzando el Mediterráneo de África y Oriente Medio. Allí viven en contenedores grises y otras formas de vivienda temporal mientras esperan decisiones sobre sus solicitudes de asilo para ser trasladados a otras ciudades de Italia.
Muchos de los refugiados e inmigrantes carecen de documentos y llevan una pulsera de plástico amarillo. El Papa llevaba una con su nombre y el número 3900003 en su muñeca derecha. Se la entregó un refugiado africano«Muchos que no os conocen os tienen miedo –les dijo el Pontífice–. Eso hace que piensen que tienen el derecho a juzgaros con frialdad y dureza», o a someterles a «terribles frases e insultos». Pero «si miramos a nuestros vecinos sin piedad, nos arriesgamos a que incluso Dios nos mire sin misericordia», advirtió.
El Papa se refería así a los problemas que afrontan buena parte de los 600.000 inmigrantes y refugiados que han llegado a Italia en menos de cuatro años, sin olvidar a aquellos que «nunca llegaron porque fueron devorados por el desierto o el mar». Más de 13.000 perdieron en este tiempo la vida en el Mediterráneo.
Para prevenir estas tragedias, Francisco reiteró su petición de que los gobiernos faciliten iniciativas como los «corredores humanitarios para los refugiados en las situaciones más difíciles». Se trata de una referencia a programas como los que se llevan a cabo la comunidad de paz Sant’Egidio para traer a refugiados sirios desde campos de refugiados hasta Italia o Francia. Con España todo está a punto de comenzar, sin coste alguno para la Administración, a falta solo del visto bueno del gobierno. Además de una vía de llegada segura, Sant’Egidio facilita después el aprendizaje del idioma, el alojamiento y la integración.
Condena a la corrupción.
Horas antes, el Papa criticó desde Cesena la corrupción, a la que se refirió como «la carcoma de la vocación política», que «no deja que la civilización crezca», y la contrapuso a la buena política, que es aquella que «trabaja por el bien común».
El Obispo de Roma comenzó la visita a Cesena y Bolonia con un encuentro con la población en la primera localidad, en la que habló de cómo «el buen político también tiene su propia cruz cuando quiere ser bueno». El Papa alabó la actitud de quien, sin abandonar sus propias ideas, «las pone en debate con todos para avanzar hacia el bien común». Y señaló que la buena política tiene «una razón de ser: un servicio inestimable al bien de la colectividad». Y abogó por una política que actúe «en nombre y en favor del pueblo, que se reconozca en una historia y en unos valores compartidos» y que fomente «tranquilidad de vida y desarrollo ordenado».
Agencias
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