El Papa honra la memoria del santo español que defendió a los esclavos africanos ante la incomprensión del mundo y de miembros de la propia Iglesia
El Papa volvió a pedir por Venezuela en sus últimas horas de estancia en Colombia. Durante el rezo del Ángelus en la iglesia de san Pedro Claver, en Cartagena de Indias, el Pontífice aseguró su «oración por cada uno de los países de Latinoamérica», pero «de manera especial por la vecina Venezuela», de donde provienen muchas personas que «han encontrado en esta tierra colombiana un lugar de acogida», recordó Francisco.
La dramática situación en el país vecino, donde la crisis política ha conducido a una crisis humanitaria por falta de alimentos y medicinas, ha estado muy presente a lo largo de toda la visita a Colombia del Papa, que el jueves se reunió con cinco obispos venezolanos tras la Misa celebrada en el Parque Simón Bolívar de Bogotá. Ya en el viaje rumbo a Colombia, Francisco se dirigió a los periodistas cuando, obligado por un huracán, el avión se desvió de su camino para atravesar Venezuela. Aprovechando esta situación, el Papa pidió una oración «para que se pueda dar el diálogo y el país encuentre una buena estabilidad mediante el diálogo con todos».
El Papa hizo «un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad», subrayando que lo hacía desde una ciudad que es «sede de los derechos humanos». Así lo establece una ley colombiana de 1995, en recuerdo a san Pedro Claver y otros jesuitas del siglo XVII que defendieron a contracorriente los derechos de los oprimidos.
En la iglesia que custodia las reliquias del santo español, el Papa bendijo las primeras piedras de dos instituciones para asistir a personas necesitadas. «Todavía hoy, en Colombia y en el mundo –denunció el Obispo de Roma–, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y sus propios derechos».
De ahí la vigencia de quien, el día de su profesión solemne, se hizo llamar el «esclavos de los negros para siempre». «Él esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo», recordó el Papa. «Muchas veces los atendía solamente con gestos, gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas. Pero una caricia trasciende todos los idiomas. Sin embargo, Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad, de la misericordia era comprendido por todos. De hecho, la caridad ayuda a comprender la verdad y la verdad reclama gestos de caridad: van juntas, no se pueden separar. Cuando sentía repugnancia hacia ellos –porque pobrecitos venían en un estado que repugnaba– Pedro Claver le besaba las llagas».
El Pontífice acudió a esta penúltima cita de su viaje en Colombia con un ojo hinchado. Al tratar de saludar a un niño, Francisco se golpeó contra el parabrisas del papamóvil y se abrió una ceja, cuando el conductor se vio obligado a frenar bruscamente debido a la aglomeración de gente que había saludo a la calle a ver al Papa. Domenico GIani, comandanta de la Gendarmería Vaticana, le hizo una rápida cura que le permitió seguir el programa con una sonrisa permanente dibujada en los labios.
Ricardo Benjumea
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