domingo, 24 de septiembre de 2017

El Vaticano pide en la ONU protección de las minorías religiosas


El secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, Mons. Paul R. Gallagher, hizo ayer viernes una intervención en la sede de las Naciones Unidas de New York.
Las palabras del ‘ministro de exteriores’ del Vaticano fueron pronunciadas el ámbito de su Asamblea General en el evento paralelo titulado “Protección de las minorías religiosas en conflicto”.
Señaló que la guerra y el conflicto a menudo proporcionan el telón de fondo para que las minorías religiosas sean objeto de persecución y todas las formas de violencia física y limpieza étnica, incluida las leyes ‘antiblasfemia’. No es un fenómeno aislado y 38 países muestran violaciones significativas de la libertad religiosa y 23 persecución absoluta, dijo.
Es necesario por ello sensibilizar; defender la libertad religiosa y protestar cuando se viola; una colaboración entre Iglesia y Estado para defenderla sin confundir los roles; que los líderes religiosos condenen la violencia y el terrorismo contra otras religiones; que el diálogo interreligioso sea antídoto a la violencia; una sólida educación religiosa para prevenir la radicalización que lleva al extremismo; y bloquear el flujo de dinero y las armas destinadas a aquellos que pretenden utilizarlos para atacar a las minorías religiosas.
A continuación el texto completo de la intervención de Mons. Paul R. Gallagher
«Excelencias, distinguidos compañeros de mesa, señoras y señores: Es un honor participar en el acto paralelo de esta mañana sobre la Protección de las Minorías Religiosas en Conflicto, patrocinado por la Misión Permanente de Hungría en colaboración con la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede y el Instituto de Diplomacia Cultural.
La necesidad de centrarse en la salvaguardia de las minorías religiosas en situaciones de guerra y conflicto surge de la indignante realidad  de que, como todos hemos visto en los últimos años en varias partes del mundo ensangrentadas, la guerra y el conflicto a menudo proporcionan el telón de fondo para que  las minorías religiosas sean objeto de persecución, de violencia sexual y todas las formas de violencia física, la subyugación, la detención falsa, la expropiación de bienes, la esclavitud, el exilio forzado, el asesinato, la limpieza étnica y otros crímenes de lesa humanidad.
La experiencia reciente hace de la protección de las minorías religiosas una de las responsabilidades más urgentes de la comunidad internacional. Esta protección debe ir más allá de la mera prevención de la aniquilación intencionada o real de las minorías, pero debe incluir el examen y tratamiento de las causas profundas de la discriminación y la persecución contra ellas y estimular la defensa y la protección enérgicas de su dignidad humana,  de sus derechos a la libertad de conciencia y religión.
Cuando examinamos la situación mundial, vemos que la persecución de las minorías religiosas no es un fenómeno aislado en una región, como, por ejemplo, las atrocidad cometidas por ISIS en el Oriente Medio.
La Comisión de los Estados Unidos sobre la Libertad Religiosa Internacional en su Informe Anual de 2016 dijo que hay severas violaciones continuas sistemáticas y flagrantes de la libertad religiosa en 27 países diferentes.
El Informe sobre la Libertad Religiosa en el Mundo de 2016 de Ayuda a la Iglesia Necesitada afirmaba que 38 de los 196 países del mundo mostraban una evidencia inconfundible de violaciones significativas de la libertad religiosa, y 23 de persecución absoluta.
El Informe Provisional de 2016 del Sr. Heiner Bielefeldt, entonces Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Libertad de Religión o Creencia, describió que las violaciones de los derechos religiosos de las minorías superan las violaciones metódicas, continuas y atroces cometidas por actores estatales y no estatales como el terrorismo, la vigilancia policial ,los asesinatos en masa e individuales, las deportaciones forzadas, la limpieza étnica, la violación y el rapto de mujeres y su venta en esclavitud, la destrucción y confiscación de bienes, los  ataques contra los conversos y las personas que se supone que los han inducido, el impulso y la tolerancia de la violencia contra los no creyentes y las personas pertenecientes a las minorías religiosas.
También incluyen, prosigue, la legislación anti-apostasía y anti blasfemia, el acoso burocrático y las cargas administrativas con respecto a la construcción de lugares de culto y escuelas, estructuras discriminatorias en derecho familiar y educación y estigmatización de las personas como incrédulas o herejes.
En resumen, estos tres exhaustivos informes del año pasado demuestran que los ataques contra las minorías religiosas están bastante extendidos. Mientras que casi todos los grupos de fe identificables experimentan algún grado de persecución en algún lugar del mundo, los cristianos siguen siendo los más perseguidos. Además, ha habido un aumento de los ataques antisemitas, especialmente en partes de Europa, y los musulmanes enfrentan serias persecuciones, a menudo de grupos fundamentalistas que no comparten la misma interpretación de los principios de su fe.
En este contexto, ¿qué se necesita para proteger a las minorías religiosas? Quisiera mencionar brevemente siete elementos esenciales.
En primer lugar, existe la necesidad de actuar. Los recientes ejemplos de salvajismo contra las minorías religiosas deben sacudir a la comunidad internacional de toda inercia. Aquellos a quienes se les confía la salvaguardia del respeto de los derechos humanos fundamentales deben cumplir con su responsabilidad de proteger a los  que corren peligro de sufrir atroces crímenes.
Debemos sensibilizar sobre las emergencias humanitarias y responder generosamente. Asimismo, en lo que respecta a la situación en el Oriente Medio, es necesario establecer  y garantizar las condiciones para que las minorías religiosas y étnicas regresen a sus lugares de origen y vivan con dignidad y seguridad, y con los marcos sociales, económicos y políticos básicos necesarios para garantizar la cohesión comunitaria. No es suficiente reconstruir casas, lo cual es un paso crucial, como  sucede en varias ciudades de la llanura de Nínive, gracias a la generosidad de gobiernos como Hungría o de  organizaciones caritativas como Ayuda a la Iglesia Necesitada o  los Caballeros de Colón. Lo que se necesita también es reconstruir la sociedad sentando las bases de una coexistencia pacífica.
En segundo lugar, el Estado de derecho y la igualdad ante la ley basada en el principio de la ciudadanía, independientemente de su religión, raza o etnia son esenciales para establecer y mantener una convivencia armoniosa y fructífera entre los individuos, las comunidades y las naciones. La ley debe garantizar igual e inequívocamente  los derechos de todos los ciudadanos, entre los cuales se encuentra el derecho a la libertad de religión y de conciencia, que implica el derecho a cambiar libremente la propia religión sin sufrir discriminación ni ser condenados a muerte.
Incluso en los lugares en los que a una religión se le concede un estatus constitucional especial, debe reconocerse y defenderse el derecho de todos los ciudadanos y comunidades religiosas a la libertad de religión, la igualdad ante la ley y los medios adecuados para recurrir cuando se violan sus derechos. Un Estado que funcione adecuadamente y que trabaje por el bien común es un requisito previo para proteger a las minorías religiosas y garantizar su futuro.
En tercer lugar, debe haber una autonomía mutua y una colaboración positiva entre las comunidades religiosas y el Estado. Ambos, en sus propios campos, son autónomos e independientes entre sí. Sin embargo, ambos, bajo diferentes títulos, están dedicados al bienestar de la misma persona que es a la vez fiel y ciudadana.
Cuanto más fomenten la cooperación más sólida entre sí, respetando la autonomía del otro, más eficaz será su servicio para el bien de todos. Cuando las comunidades religiosas y el Estado se confunden o se mezclan, como dijo el Papa Francisco en abril en la Universidad Al-Azhar de El Cairo, “la religión corre el riesgo de ser absorbida en la administración de los asuntos temporales y tentada por el atractivo de los poderes mundanos que de hecho la explotan”.
Cuarto, los líderes religiosos tienen la responsabilidad grave y específica de confrontar y condenar el abuso de las creencias y sentimientos religiosos para justificar el terrorismo y la violencia contra los creyentes de otras religiones. Deben afirmar constantemente que nadie puede matar justamente a los inocentes en el nombre de Dios. Como dijo el Papa Francisco en Egipto y antes en Albania y en muchos otros escenarios, debe haber un «¡No!» firme y claro a todas las formas de violencia, venganza y odio llevadas a cabo en nombre de la religión o en el nombre de Dios “. Las cuestiones sociales, políticas y económicas que los demagogos pueden explotar para incitar a la violencia también deben abordarse.
Quinto, existe una necesidad urgente de un diálogo interreligioso eficaz como antídoto contra el fundamentalismo con el objetivo de superar la hipótesis cínica de que los conflictos entre creyentes religiosos son inevitables y de desafiar la interpretación estrecha de los textos religiosos que demonizan o deshumanizan a los de diferentes creencias. El diálogo interreligioso eficaz puede, debe y suele mostrar el paradigma de las conversaciones políticas e interpersonales necesarias para la armonía social.
En sexto lugar, la educación. Una buena educación en general y una sólida educación religiosa en particular son claves para prevenir la radicalización que lleva al extremismo, la persecución de las minorías religiosas y el terrorismo. La sociedad cosecha lo que siembra. Es clave que la enseñanza en las escuelas, en los púlpitos y a través de Internet no fomente la intransigencia y la radicalización extremista sino el diálogo, el respeto por los demás y la reconciliación. En la Universidad Al-Azhar de El Cairo, el Papa Francisco subrayó que la educación en “una apertura respetuosa y un diálogo sincero con los demás, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales, en particular la libertad religiosa, representa la mejor manera de construir juntos el futuro, . … La única alternativa a la civilidad del encuentro es la incivilidad del conflicto. … Para contrarrestar con eficacia la barbarie de los que fomentan el odio y la violencia, tenemos que acompañar a los jóvenes, ayudarlos en el camino de la madurez y enseñarles a responder a la lógica incendiaria del mal trabajando pacientemente para el crecimiento de la bondad. De esta manera, los jóvenes, como los árboles bien plantados, pueden estar firmemente arraigados en el suelo de la historia y,  apuntar cada vez más hacia el cielo en la compañía del otro, pueden transformar diariamente el aire contaminado del odio en el oxígeno de la fraternidad.
Séptimo y último. Debemos bloquear el flujo de dinero y las armas destinadas a aquellos que pretenden utilizarlos para atacar a las minorías religiosas. Como señaló el Papa Francisco al final de su discurso en Al-Azhar: “Hay que poner fin a la proliferación de las armas; si se producen y se venden, tarde o temprano se usarán “. Detener las atrocidades no sólo implica abordar el odio y los cánceres del corazón que generan violencia, sino también eliminar  los instrumentos por los cuales ese odio realmente lleva a cabo esa violencia.
La protección de las minorías religiosas en conflicto es, de hecho, una de las responsabilidades más urgentes de la comunidad internacional en la actualidad. Doy las gracias a la Misión Permanente de Hungría, al Instituto de Diplomacia Cultural y a todos ustedes por venir hoy para asegurarse de que reciban la atención que merecen.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 23 Sept. 2017) 

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