Entra en tu casa para habitarte a ti mismo. Y deja entrar a Dios
para ser habitado por él (In Ps. 131, 12).
Estás en Dios, porque Dios te contiene. Dios está en ti,
porque has sido hecho su templo (In. Joan. 48,10).
Dios empieza a habitar en ti cuando tú empiezas a amarle a él.
Ama, pues, cada vez más a tu habitador
para que, habitando en ti más perfectamente,
Él te lleve a la plenitud de la perfección (In epist. Joan. 8, 12).
Dios, contigo, no es más. Tú, sin él, eres menos.
Súmate, pues, a él, no te restes. Si te acercas a él,
te rehaces. Si te apartas de él, te deshaces (In Joan. 11, 5).
Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti (Conf. 1, 1,1).
Puesto que estamos de paso en el mundo, hagamos
obras que no pasen, a fin de que, cuando hayamos
pasado del todo y llegado al término del que
no se pasa, volvamos a encontrarnos con ellas (Serm. 111, 2).
De nada sirve la confesión de los labios si no va
acompañada de las profesión del corazón (Serm. 365).
Si quieres seguir a Dios, deja que él tome la iniciativa.
No trates de que él se haga tu seguidor (In Ps. 124, 9)
Dios no te ama por lo que eres, sino por lo que
Él quieres que seas. En tanto tiene misericordia de ti
en cuanto, odiándote como eres, quiere hacerte mejor (Serm. 9,9).
¿De qué sirve la señal de la cruz sobre la frente
cuando esa misma señal no se hace en el corazón?
Dios no quiere pintores de sus signos, sino
“hacedores” de ellos. (In ps. 50, 1).
No es difícil escuchar a Cristo, alabar
su Evangelio o aclamar al predicador. Otra
cosa es seguir a Cristo hasta el final, oír la voz del
Buen Pastor y ser parte de su rebaño (In Joan. 45, 13).
Confiesa a Dios con tus palabras, diciendo la verdad
y con tus obras, viviendo en rectitud (Serm. 143, 13).
La búsqueda de Dios es la búsqueda de la felicidad.
y el encuentro con Dios es la felicidad misma (De mor. Eccl.cath. 11, 18).
Donde están la fe, la esperanza y la caridad, allí
tiene Dios su retrato (In ps. 48,2,11).
¿Quieres saber qué clase de persona eres? Pon
a prueba tu amor. ¿Amas las cosas terrenas?
eres tierra. ¿Amas a Dios? No tengas miedo
en decirlo: eres Dios (In epist. Joan, 2, 2,14).
Blog Reflejos de Luz.
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