«¡Qué gracia cuando un cristiano se hace verdaderamente un cristóforo, ¿qué quiere decir cristóforo? Quiere decir, portador de Jesús al mundo!, sobre todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de oscuridad y de odio», con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del primer miércoles de agosto que el Bautismo es la puerta de la esperanza
Continuando su ciclo de catequesis sobre la esperanza, el Papa Francisco preguntó a los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro: «¿Qué quiere decir ser cristianos?». Quiere decir, añadió, «mirar a la luz, hacer la profesión de fe en la luz, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas». La segunda pregunta fue: «¿Cuántos de ustedes recuerdan la fecha de su Bautismo?». La tarea que este domingo puso el Pontífice a los fieles fue «recordar la fecha del Bautismo, que es la fecha del renacer, la fecha de la luz, es la fecha en la cual hemos sido contaminados por la luz de Cristo».
El Papa definió como cristóforo a aquel que, contaminado por la luz de Cristo, la lleva por todo el mundo: «¡Qué gracia cuando un cristiano se hace verdaderamente un cristóforo. ¿Qué quiere decir cristóforo? Quiere decir, portador de Jesús al mundo! Sobre todo para aquellos que están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de oscuridad y de odio«, explicó. Este portador se deja entrever en, según el Papa, «pequeños detalles: la luz que custodia en los ojos, la serenidad que no es quebrada ni siquiera en los días más complicados, el deseo de recomenzar a querer bien, y caminar incluso cuando se han experimentado muchas desilusiones».
El Papa también se refirió a «los antiguos ritos del Bautismo, que buscaban que los catecúmenos emitieran la primera parte de su profesión de fe dirigiendo la mirada a Occidente. En esa posición eran preguntados: “¿Renunciáis a Satanás, a su servicio y a sus obras?”. Y los futuros cristianos repetían en coro: “¡Renuncio!”. Luego se giraban hacia el ábside, en dirección a Oriente, donde nace la luz, y los candidatos eran nuevamente interrogados: “¿Creéis en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?”. Y esta vez respondían: “¡Creo!”».
En los tiempos modernos, afirmó el Papa, «se ha perdido parcialmente el encanto de este rito, hemos perdido la sensibilidad del lenguaje del cosmos. Nos ha quedado naturalmente la profesión de fe hecha según la interrogación bautismal, que es propio de la celebración de algunos sacramentos. Ésta permanece de todos modos intacta en su significado».
Los cristianos «no están eximidos de las tinieblas, externas y también internas», recordó. «No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibido en el Bautismo, son hombres y mujeres “orientados”: no creen en la oscuridad, sino en el resplandecer del día; no sucumben en la noche, sino esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino anhelan el resucitar; no son doblegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana».
Otro de los signos de la liturgia bautismal que recordó el Papa fue la entrega de la vela a los padres –si es un niño– o al mismo bautizado, si es un adulto. «La vida de la Iglesia es contaminación de luz. Cuanta más luz existe en la vida de la Iglesia, más viva es la Iglesia».
Alfa y Omega
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