El Papa da de nuevo en la diana. No quiere «cristianos de salón, que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y el mundo», sobre todo si el comentario no está destinado a mejorar sino a someter todo a «estado de opinión».
A veces me he encontrado en esta tesitura, en medio de un grupo de gente que comenta, habla, murmura, opina sobre la Iglesia y sus miembros, poniéndose de parte de, a favor de, o en contra de, como si de una costumbre se tratara. Hay quien lo ideologiza todo, da igual que hable del Papa actual, del emérito, del anterior, del que hubo hace siglos o del que desearía que ahora estuviera en la cátedra de Pedro… ¡Cuántos comentarios inútiles para no acoger el tiempo presente!
Es el afán del hombre de ser juez, sobre todo de sus hermanos. Hoy quiero deciros que viene mucha gente a nuestro monasterio, las puertas de la acogida están abiertas a todos. Somos un hospital de campaña para todos, también para la misma Iglesia, un lugar de comunión, no de enfrentamiento; un lugar de concordia, no de lucha dialéctica; un lugar de perdón y comprensión, no de crítica ni murmuración; un lugar de reconciliación, no un lugar en el que se alarguen las distancias. Creo que ese talante conciliador, pacífico, que no entra a la crítica rápida y al posicionamiento, sino que tiene claro el pacto fundamental con el Evangelio y con la Iglesia de Cristo, nos ha hecho ser rechazados por ciertos sectores, aquellos que tienen trincheras muy claras y evidentes.
¿De Pedro, de Pablo, de Apolo? ¿No os recuerda esto, queridos lectores, a un aviso de Pablo a los cristianos de sus comunidades en la primera carta a los Corintios? De Cristo, somos de Cristo. «Así que no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios». Que la Iglesia sea «un recinto de paz», ese hospital de campaña donde nos curemos los unos a los otros de ese afán partidista que nos divide y enfrenta. No hay otra llamada: ser uno en Cristo Jesús.
Madre Prado González Heras
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