«¡Qué lugar más magnífico para un santuario a la Virgen!», exclamó monseñor Picarda hace 130 años, al visitar un paraje costero de Senegal al que la fe había llegado solo dos años antes. Un año después se inauguró el santuario de Nuestra Señora de la Liberación, una devoción traída de Francia que echó fuertes raíces en África. El pasado fin de semana decenas de miles de peregrinos de varios países participaron en su gran fiesta
«Los cristianos de Senegal son conscientes de su exigüidad numérica así como de su riqueza. Orgullosos de su fe, enriquecida por sus lazos familiares, con frecuencia con padres musulmanes, están llamados, más que otros africanos, al diálogo y la comprensión. En un país musulmán, la Iglesia senegalesa cumple su propia misión con convicción y modestia al mismo tiempo». Estas palabras de san Juan Pablo II, pronunciadas en 1992 durante su visita al santuario de Popenguine, cobraron una especial actualidad este fin de semana, durante la peregrinación nacional al santuario.
Se cumplían 25 años de la visita del Papa polaco y, en un contexto internacional marcado por la radicalización del islam, la expansión del islamismo en África y el terrorismo internacional, Popenguine ofrece una prueba de que la convivencia entre musulmanes y cristianos es posible.
Pero esta mayoría de musulmanes celebra que, una vez al año, unos 70.000 cristianos «invadan» la localidad. De hecho, colaboran activamente con la peregrinación nacional. «Las familias musulmanas acogen en su casa a los peregrinos», explica a Alfa y Omega Joseph Bernard Coly, portavoz del santuario. Gran parte de los preparativos, como la limpieza y arreglo de las distintas partes del santuario, corren a cargo de un comité local de organización, presidido por el alcalde. Además, los líderes religiosos musulmanes participan en las celebraciones, y son recibidos, junto con las autoridades civiles, por el arzobispo de Dakar.
Una Virgen que hermana
La peregrinación nacional a Popenguine el fin de semana de Pentecostés. Así se ha hecho desde el 22 de mayo de 1888, cuando el santuario abrió sus puertas. Su fundación se debe a monseñor Mathurin Picarda, vicario apostólico de Senegambia. Con su apertura se proponía –afirmó ese día– «obtener el desarrollo del Espíritu y la práctica de la vida cristiana en Senegal».
El cristianismo había llegado a esa zona solo tres años antes, de la mano de un misionero francés, el padre Strus. Dos años después, durante una visita pastoral, monseñor Picarda reparó en el lugar donde ahora se eleva el santuario, y se dijo: «¡Qué lugar más magnífico para un santuario a la Virgen!».
De origen bretón, el vicario apostólico tenía devoción a Nuestra Señora de la Liberación, una virgen negra venerada en Bayeux (Baja Normandía, vecina a Bretaña). Ya había llevado esta misma devoción a Martinica, en las Antillas, donde había estado destinado diez años.
Así –recordaba Juan Pablo II hace dos años–, tres continentes quedaban hermanados por esta devoción, que además resultaba muy adecuada a Popenguine: situado en la costa occidental africana, en la época en la que se fundó el santuario todavía se recordaban las incursiones de negreros para capturar niños.
«Tengamos fe en nuestros valores»
129 años después, Popenguine es el corazón del catolicismo senegalés. Una muestra de la devoción que en este país se tiene a Nuestra Señora de la Liberación es que, de los 70.000 peregrinos de este año, unos 17.000 han realizado la peregrinación a pie.
Popenguine es también un punto de referencia para toda la región. En las últimas décadas, a la peregrinación nacional se han sumado peregrinos de países cercanos, como Gambia, Mali, Guinea Bissau, Guinea Conakry, Mauritania y Camerún.
El acto central de la peregrinación es la Eucaristía del lunes, que cada año se encomienda a una diócesis del país. Este año, la presidió mo nseñor Jean Pierre Bassène, obispo de Kolda. En relación con el lema de la peregrinación –María, madre, educadora y modelo para nuestras familias y nuestras comunidades–, monseñor Bassène lamentó la «renuncia de la sociedad en materia de educación colectiva», a la que atribuyó, al menos en parte, «el aumento de la delincuencia y la violencia en nuestras comunidades». Por eso pidió a los fieles que, como María, «tengamos fe en nuestros valores culturales y practiquémoslos».
Durante los tres días, y también durante la noche, se reza con frecuencia el rosario; tanto en la basílica como en la gruta dedicada a la Virgen. Quienes prefieran una oración más tranquila o prepararse espiritualmente para la fiesta, pueden acercarse a la tienda del encuentro a adorar al Santísimo. En ella, también hay sacerdotes disponibles para la confesión.
María Martínez López
Alfa y Omega
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