Pasando por la calle Toledo, en pleno corazón del Madrid de los Austrias, llama la atención el templo de la Colegiata, donde se conserva la joya más importante de la Iglesia en Madrid y también de gran parte de la Iglesia universal, ya que nuestro santo patrón es venerado en gran parte de países del mundo.
En el retablo del altar mayor contemplamos una urna funeraria de plata donde se conserva el cuerpo incorrupto de san Isidro desde el año 1769. Desde el momento de su muerte a los 90 años, en 1172, la fama –que ya le acompañó en vida– de milagrero e intercesor se hizo cada vez mayor, y rápido se empezaron a recoger datos y testimonios para el proceso de canonización. Este proceso, en el que aparecen más de 1.000 prodigios, se encuentra en el archivo catedral de Madrid, así como un listado de más de 100 personas dispuestas a testificar su fama de santidad.
El 15 de mayo de 1620 fue beatificado y en 1633 canonizado junto a san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, santa Teresa de Jesús y san Felipe Neri. Se celebró un gran pontifical con la presencia de los reyes en la plaza Mayor y todavía se conserva en el museo catedral el terno (casulla, dalmáticas, capa, humeral y paños de ambón) que se utilizó para la ceremonia.
El cuerpo del santo fue enterrado en el cementerio de la iglesia de San Andrés, y apareció prodigiosamente tras el derrumbe de algunas sepulturas a causa de grandes lluvias que asolaron Madrid en el año 1212, descubriéndose que estaba incorrupto y con el sudario intacto. En ese año corría la noticia de que el santo se había aparecido al rey Alfonso VIII en la batalla de las Navas de Tolosa, por lo que el rey, después de vencer, vino a Madrid a visitar el sepulcro del santo y a darle las gracias. En el año 1619 se encontraba enfermo el rey Felipe III y, tras venerar al santo, se recuperó de la enfermedad.
Durante la guerra civil, el obispo Eijo Garay mandó ocultarlo en la pared de la colegiata junto a los restos de su esposa, santa María de la Cabeza y su hijo, san Illán, salvándose milagrosamente. La última vez que fue expuesto para su veneración fue en el año 1985, con motivo del centenario de la diócesis.
A su sepulcro acuden fieles de todo el mundo, que reconocen en el santo patrón que vela por Madrid la presencia del cielo.
Jesús Junquera
Alfa y Omega
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