En su catequesis de la audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco ha recomendado a los creyentes «ir a nuestro sepulcro: todos tenemos un poco dentro. Ir ahí, y ver como Dios es capaz de resucitar de ahí. Aquí hay felicidad, aquí hay alegría, vida, donde todos pensaban que había solo tristeza, derrota y tinieblas»
«Ser cristianos significa no partir de la muerte, sino del amor de Dios por nosotros, que ha derrotado a nuestra acérrima enemiga. Dios es más grande que la nada, y basta solo una luz encendida para vencer la más oscura de las noches». En su primera audiencia general tras la celebración de la Pascua, el Papa Francisco ha centrado su catequesis en el resurrección como fundamento de la esperanza cristiana.
Refiriéndose a la I Carta de San Pablo a los Corintios, el Santo Padre ha explicado que el apóstol «parte de un dato indudable», que no es fruto de la reflexión sino «un simple hecho que ha intervenido en la vida de algunas personas. El cristianismo no es una ideología, no es un sistema filosófico, sino es un camino de fe» que nace del kerigma: Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado, resucitó al tercer día y se apareció a Pedro y a los Doce. «Es decir: Jesús está vivo. Este es el núcleo del mensaje cristiano».
Si Jesús no hubiera resucitado, sería un héroe, pero de ahí no nacería la fe. «La fe nace de la resurrección –ha continuado el Pontífice–. Aceptar que Cristo ha muerto, y ha muerto crucificado, no es un acto de fe, es un hecho histórico. En cambio, creer que ha resucitado sí. Nuestra fe nace en la mañana de Pascua», y del testimonio de la resurrección que dan numerosos testigos que san Pablo enumera.
Un hombre realizado y orgulloso… e irrumpe la sorpresa
Entre ellos se encuentra él mismo. Su fe se basa en esta afirmación: «¡Yo he visto que Jesús está vivo! ¡Yo he visto a Jesús resucitado!». En la vida de este hombre, «perseguidor de la Iglesia, orgulloso de sus propias convicciones, un hombre realizado con una idea muy clara de cómo es la vida con sus deberes», cuando iba camino a Damasco ocurrió algo «absolutamente imprevisible» que cambió el sentido de su vida y lo transformó en apóstol.
En el cristianismo –ha continuado Francisco–, no es el hombre el que busca a Dios de forma incierta, sino que «Jesús nos ha tomado, nos ha atrapado, nos ha conquistado para no dejarnos más. El cristianismo es gracia, es sorpresa, y por este motivo presupone un corazón capaz de maravillarse. Un corazón cerrado, un corazón racionalista es incapaz de la maravilla».
Por eso, en Pascua el Papa recomendó «ir a nuestro sepulcro: todos tenemos un poco dentro. Ir ahí, y ver como Dios es capaz de resucitar de ahí. Aquí hay felicidad, aquí hay alegría, vida, donde todos pensaban que había solo tristeza, derrota y tinieblas».
María Martínez López
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