Un abarrotado salón de actos de la Fundación Pablo VI acogió esta tarde la inauguración de la 46ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, que este año lleva por título "La Vida Consagrada tras las huellas de la belleza", y que abrió el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, quien animó a los religiosos a contemplar la belleza de Jesucristo en los pobres y olvidados de la Tierra.
Carlos Martínez Oliveras, cmf. Director del ITVR, presentó la primera mesa, pidiendo al cardenal de Madrid que, "ahora que está más cerca del Papa Francisco, que ahora le lleve la presencia de la vida consagrada en España". Un deseo que fue recibido con aplausos en la concurrencia, un auténtico ejemplo de intercongregacionalidad efectiva. Y es que en la "Pablo VI" se vivió una experiencia de comunión, y de belleza, que es de lo que se trata en estas jornadas.
"¿Podemos ver belleza en el martirio de los coptos egipcios que sufrieron los atentados? ¿Hay belleza en las pateras que llegan a nuestras fronteras? ¿Se puede hablar de belleza contemplando a Jesús resucitado? Precisamente en ese rostro desfigurado aparece el amor, que llega hasta el extremo, y que por eso se revela más fuerte que el odio y la muerte" señaló el director del ITVR.
En su saludo, Osoro animó a los religiosos a "tomar conciencia de que el Señor va con nosotros en el camino", como los discípulos de Emaús. "El Señor nos regala su pan. Esto es especialmente importante en la vida de la Iglesia y para el anuncio de Jesucristo", recordó el cardenal de Madrid, quien reconoció que "pueden surgir dudas en nuestro corazón, como les pasaba a los primeros discípulos".
"No podemos alarmarnos. Porque lo único que nos dice el Señor es lo que les dijo a los discípulos: ¿tenéis algo que darme para comer? ¿Estamos dispuestos a regalar al Señor lo poco o lo mucho que tengamos, sin mirar o sin que nos afecten las circunstancias que nos afecten en nuestra vida?", se preguntó el arzobispo de Madrid, quien pidió a los consagrados que "prestemos lo que somos y lo que tenemos, y eso es lo que está haciendo la Vida Consagrada. Ir tras las huellas de la belleza, sabiendo que la belleza misma, Cristo, es quien nos acompaña".
En su intervención posterior, el cardenal de Madrid recalcó algunas de las claves de la presencia de la vida consagrada en la Iglesia y el mundo de hoy: "La vida consagrada es un don de Dios para la Iglesia", recordó Osoro, quien incidió en que esta "opción de total entrega no es incompatible con estar presentes en una historia singular y particular de cada pueblo y lugar", junto a los más necesitados, en los lugares donde nadie quiere.
"Sois un don, no una realidad aislada, estáis en el corazón mismo de la Iglesia, como un elemento decisivo de la misión", continuó el cardenal de Madrid, quien ve la vida consagrada "como signo y profecía", de modo que les pidió "seguir regalando a la Iglesia el bello escándalo del amor".
Y a quienes clamó por la "alegría misionera que nos haga salir", y a una "misericordia misionera, y revolucionaria", en mitad de un mundo "que se está retorciendo de dolor". "Tenemos que estar presentes en todos los escenarios. Pero tenemos que ser expertos en la alegría misionera", recalcó, porque "la Iglesia nos pide que nos acerquemos a los que están más lejos, ponernos de rodillas ante los demás para lavarnos, meternos en sus vidas con obras y gestos".
Por su parte, Mª Rosario Ríos Álvarez, odn., presidenta de CONFER, agradeció la presencia de Osoro y de otros obispos (se vio de Luis Ángel de las Heras, Eusebio Hernández, o Manuel Sánchez Monge), y dedicó su saludo a la importancia de "ir tras las huellas de la belleza que es y está en Jesús y su seguimiento", en esas "pinceladas de la belleza en la comunidad que conoció a Jesús. Frágil, temerosa, que no acaba de entender, y donde Jesús nos prepara para ser comunidad reunida en torno al Señor".
La presidenta de Confer animó a "no apartar la mirada de tantos rostros desfigurados en los que Cristo se hace presente", y a seguir su ejemplo, tratando de pasar "haciendo el bien", lo que se traduce, también, en "acoger a los inmigrantes, crear vínculos con los que se sienten solos, escuchar, reconocer y agradecer lo valioso que hay en cada persona, y especialmente en los que parecen más débiles".
"Todos los que estamos aquí, desde nuestra vida consagrada, podemos enriquecer esas pinceladas de belleza", destacó la religiosa, quien insistió en que "contemplar a Jesús afecta a nuestra vida de consagrados e ilumina nuestro caminar como seguidores de Jesús".
Para Gonzalo Tejerina Arias, osa., decano de la Facultad de Teología (UPSA), el encuentro de esta semana "es un acontecimiento fundamental en la vida consagrada en España, y cada vez con más relevancia internacional", y saludó con esperanza el hecho de que, "después de un largo exilio, la belleza ha vuelto como gran perspectiva de experiencia del misterio cristiano".
"La belleza de Jesucristo es una llamada, a través de la comunión vivida de modo ejemplar, en el seno de la vida religiosa. El Espíritu Santo convoca a aquellos a los que llama, a pisar las huellas de la belleza, que no es otro que Jesucristo", apuntó el teólogo, quien recordó que "estamos convocados por el Espíritu a reproducir retazos de la fascinante humanidad de Jesús", para "irradiar belleza en el entorno eclesial y entre los hombres".
Finalmente, el superior provincial de los claretianos de Santiago, Pedro Belderrain Belderrain, cmf., hizo un repaso de los orígenes de estas jornadas, en 1972, e insistió en la que parece una de las claves de este simposio: "Buscar la belleza, y reconocer en maltratados, asesinados y olvidados, a Jesús de Nazaret".
La Vía de la belleza, a partir de la experiencia simple del encuentro con la belleza que suscita admiración, puede abrir el camino a la búsqueda de Dios y disponer el corazón y la mente al encuentro con Cristo, Belleza de la santidad encarnada, ofrecida por Dios a los hombres paras su salvación.
Esta belleza sigue invitando hoy a los Agustines de nuestro tiempo, buscadores incansables de amor, de verdad y de belleza, a elevarse desde la belleza sensible a la Belleza eterna y a descubrir con fervor al Dios santo, artífice de toda belleza.
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