lunes, 17 de abril de 2017

Benedicto XVI: los 90 años de un Papa anciano y sabio

Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio, cumple 90 años, 10 más que su sucesor, el Papa Francisco, y en perfecta sintonía con él, a pesar de los intentos del ala más conservadora de utilizarlo como ariete de un cisma contra la primavera bergogliana. Pasará, sin duda, a la historia por su legado, por su renuncia y por la perfecta cohabitación con el Papa 'llegado del fin del mundo', para hacer florecer de nuevo a la Iglesia católica.
Llegó a la Iglesia, definiéndose el día de su elección papal desde el balcón central de la basílica de San Pedro, como el "humilde trabajador de la viña del Señor". Era el 19 de abril de 2005, cuando fue elegido sucesor de Juan Pablo II, en un momento, en que, según declaró posteriormente, ya "esperaba retirarse pacíficamente".
Ocho años después, el 28 de febrero de 2013, renunciaba al pontificado con estas palabras de despedida: "Aunque me retiro ahora, en la oración estoy siempre cercano a todos vosotros y estoy seguro de que también todos vosotros estaréis cercanos a mí, aunque permaneceré escondido para el mundo".
Su renuncia al pontificado se produjo después de un año marcado por el denominado caso Vatileaks, el escándalo de la filtración de documentos reservados, que concluyó con la concesión de la gracia por parte de Benedicto XVI a su exmayordomo, Paolo Gabriele.
Siempre honesto y sincero para con Dios, se fue, reconociendo que ya no tenía las fuerzas "ni espirituales ni materiales" para hacer frente a los problemas ni para seguir limpiando la Iglesia de la plaga de la pederastia y de la lacra del carrerismo de una Curia vaticana, que funcionaba en clave de poder.
Fiel a su promesa, ha permanecido "escondido", sin apenas protagonismo, centrado en la oración y en la mística de la "otra orilla". El primer Papa emérito, discípulo de San Agustín y San Buenaventura, experto en Santo Tomás y perito en los Padres de la Iglesia, se pasó a la "interior bodega" de nuestro San Juan de la Cruz, para gozar "de la noche sosegada, de la música callada, de la soledad sonora, de la cena que recrea y enamora, en diálogo íntimo y secreto con el Amado".
Muchos siguen pensando en él como el adalid del antiguo régimen. Algunos hasta quisieron utilizarlo como la coartada para sus ansias de involución. Pero Benedicto se mantuvo siempre en su papel de Moisés rezando por el pueblo de Dios con los brazos en cruz. Sin prestarse a juegos de banderías eclesiásticas. Consciente de que fue él el que puso en marcha, con su valiente renuncia, el reloj de la revolución tranquila, que tanto necesitaba la Iglesia.
Única institución global regenerada
Y es que, como decía Lincoln, la tarea más difícil del estadista consiste en tomar las medidas adecuadas para asegurar la permanencia de la institución. Y eso fue lo que hizo Benedicto.
De hecho, en alas de su renuncia y de la elección de Francisco, la Iglesia católica fue la única institución global capaz de resucitar, de recrearse desde dentro, de poner en marcha una profunda regeneración de sus estructuras internas, algo que no consiguieron hacer otras grandes instituciones mundiales, como el sistema financiero o el sistema político.
A Benedicto hay que agradecerle no sólo eso, sino también su capacidad de diálogo con ateos, agnósticos, hombres de ciencia y saber, responsables de la política y la economía, jóvenes y adultos. Siempre fiel a su empeño de mostrar que "Dios no es enemigo del hombre; que no quita nada de lo que hace verdaderamente hermosa la existencia humana, y que, antes al contrario, cuando eclipsamos a Dios con otros falsos ídolos, la vida humana pierde valor".
Ratzinger fue, sin duda, uno de los grandes pensadores del siglo XX, aunque su obra se quedó manca, por su dedicación primero a la Congregación para la Doctrina de la Fe (desde la que marcó los ejes doctrinales del pontificado del Papa polaco) y, después, como Sumo Pontífice.
"Posee el don de la palabra escrita"
Lo sabe todo de la Teología, pero además, sabe explicarla. Como dice el presidente del episcopado, Ricardo Blázquez, "posee el don de la palabra escrita y sus formulaciones son precisas, simplifican lo complejo, hacen accesible lo profundo, edifican espiritualmente, son brillantes y bellas".
Su pensamiento teológico, marcadamente centroeuropeo, siempre defendió la conjunción integradora de fe y razón, tradición y renovación, frente a la disyuntiva de la modernidad: razón o fe, tradición o renovación. No en vano se le llamó el teólogo del 'y/y'. Siempre sumando, convencido de que la fe, explicada por la razón, puede y debe seguir dando sentido a la existencia humana.
Como todo buen intelectual, Benedicto también supo gobernar, mientras pudo. Y es que, como dice la Biblia, "vale más hombre sabio que hombre fuerte, vale más el saber que el poder, pues la guerra se hace con buenos planes y la victoria depende de los muchos consejeros" (Proverbios 24. 5).
Por ejemplo, fue el primer Papa que reconoció 4.000 abusos sexuales a menores por parte de clérigos, colocó a las víctimas en el centro de las preocupaciones de la Iglesia, terminó con la dinámica generalizada del encubrimiento, promulgó la "tolerancia cero" y se convirtió en el "barrendero de Dios".
También abordó la reforma del Banco Vaticano (IOR), luchó contra el blanqueo de dinero en las instituciones vaticanas, revocó la excomunión de los obispos lefebvrianos, inauguró la primera cuenta de un Papa en Twitter y proclamó 34 santos y unos 600 beatos, entre ellos su predecesor, Juan Pablo II, algo que no ocurría desde la Edad Media.
Publicó tres encíclicas y numerosos libros, entre ellos la trilogía sobre 'Jesús de Nazaret', siendo ya Papa. Visitó 24 países de diversos continentes, excepto Asia, y distinguió a nuestro país con tres visitas.

El Papa de lo esencial
Por sus obras y por sus reflexiones, algunos le han llamado "el Papa de lo esencial", porque se centró en la fe (sin ella, "la Iglesia se convertiría en una ong piadosa") y en el diálogo con todos, incluidos los no creyentes del 'atrio de los gentiles'.
Por eso, quizás uno de los párrafos de su rico magisterio que mejor lo retrata podría ser el siguiente:
"No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un "mandamiento", sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro" (Deus caritas est, 1).
Llegó al solio pontificio con la denuncia del "relativismo imperante" que, a su juicio, puede acabar con las entrañas morales de la Humanidad. Y ya Papa, lo repitió en innumerables ocasiones. Tantas, que se convirtió en un lugar común doctrinal y, siguiendo su ejemplo, muchos obispos de todo el mundo, entre ellos los españoles, copiaron su frase y su denuncia.
Fue el Papa de las certezas, de la fe razonada. Un Papa que tiene fe y que sabe razonarla y proponerla. Como hizo siempre en su cátedra y en sus libros. Y en su ya larga vida de Papa emérito nonagenario, al que Dios guarde.
Religión Digital

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