lunes, 13 de marzo de 2017

Francisco: "En vez de hablar del pecado ajeno, reconozcamos el nuestro y a Él, que se hizo pecado por nosotros"


 Visita del Papa a la parroquia de Santa Maddalena di Canossa, en la periferia norte de Roma. Francisco ha querido recordar en el sermón de la misa que celebró allí el rostro brillante de Jesucristo en la transfiguración y resurrección, pero también el rostro desfigurado que asumió en su Pasión, cuando "se hizo pecado por nosotros". Semejanza que nos ayuda a fijarnos en los pecados propios en vez de en los de los demás.
La celebración de la misa comenzó con una sentida rendición del himno "Cantemos al Señor", con guitarras y voces de todas las edades. La primera lectura -la del día, de Génesis- de la llamada a Abram: "Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré". El salmo, el 32: "Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado".
La segunda fue de la segunda carta a Timoteo: "Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque así lo dispuso él gratuitamente".
La aclamación antes del Evangelio, del episodio de la transfiguración: "A la nube luminosa sube mi hijo".
La transfiguración de Jesús, dijo el Papa en su sermón, es uno de los dos episodios en el Evangelio que se refieren a la belleza de Jesús. Una belleza "brillante, llena de alegría y de vida". La perícopa de hoy remite a la de la resurrección, momento en que Jesús "tendrá la misma cara brillante".
Pero, ¿qué más podemos decir sobre esta conexión entre transfiguración y resurrección? La otra transformación a la que el Señor tendrá que someterse revelará una cara más fea que la del episodio de hoy. "Una cara fea, desfigurada, torturada, despreciada, sangrada". "Jesús es Dios y el Padre se complace en él", afirmó Francisco, pero eso no evita el que "se humilló a sí mismo para salvarnos". Para explicar el concepto, el Papa quiso usar "una palabra fuerte, quizás de las más fuertes del Nuevo Testamento: se hizo pecado por nosotros". "Él pagó por todos nosotros: Jesús se convirtió en la maldición de Dios por nosotros", explicó.
"El pecado es una bofetada a Dios", continuó exclamando el Papa: concepto del que tenemos que acostumbrarnos a hablar con más frecuencia. Hablamos del pecado en el contexto de la confesión, cuando nos acordamos de que Jesús lo asumió por nosotros, pero además de este hábito hemos caído en la tentación de "hablar del pecado ajeno". "En vez de hablar del pecado ajeno", propuso el Papa, no es que tengamos que hacernos pecados a nosotros mismos, pero sí "reconocer el nuestro y Él que se hizo pecado" por nosotros.
Francisco concluyó su homilía perfilando "el camino hacia la Pascua con la seguridad de la transfiguración". "Seguir adelante y fijarnos en esta cara radiante que será la misma que encontraremos en el cielo, esta cara que fue hecha pecado".
"Esta contemplación de las dos caras nos anima a seguir adelante en la vida cristiana", animó Francisco. "A pedir perdón por nuestros pecados, no pecar tanto, tener fe. Porque siempre está dispuesto a perdonarnos y sólo tenemos que pedir".
(C.D./Agencias)

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