“«Si no veis prodigios y signos, no creéis.» (Jn 4,48) El funcionario real parece no creer que Jesús tenga el poder de resucitar a los muertos. «¡Baja antes que no muera mi hijo!» (Jn 4,49) Parece que cree que Jesús ignora la gravedad de la enfermedad de su hijo. Por esto, Jesús le reprocha su poca fe, para mostrarle que los signos y prodigios se realizan sobre todo para curar a las almas.
Así, Jesús cura al padre que está enfermo del espíritu no menos que al hijo que está enfermo en su cuerpo. Así nos enseña que hace falta unirse a Él, no a causa de los milagros, sino por su enseñanza confirmada por los milagros. Jesús realiza los prodigios no para los creyentes sino para los incrédulos...
Una vez en casa, «creyó y toda su familia» (Jn 4, 53) Gente que no había visto nunca a Jesús ni oído hablar, creen en Él. ¿Qué nos quiere enseñar el evangelio? Hay que creer en Él sin exigir prodigios; no hay que exigir a Dios pruebas de su poder.
En nuestros días, ¡cuánta gente muestra un amor mayor a Dios después que su hijo o su mujer hayan experimentado alivio en sus enfermedades! Aunque nuestros ruegos no fueran escuchados, hay que perseverar igualmente en la acción de gracias y la alabanza. ¡Quedemos unidos a Dios en la adversidad y en la prosperidad!”
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