Recuerdo un eslogan que se hizo popular en manifestaciones de otros tiempos. El constructo pretendía ser feminista: "Il corpo è mio e l'amministro io" -"el cuerpo es mío y lo administro yo"-.
Los responsables del invento, no se habían enterado de que ese "yo", distinto del cuerpo y dueño de él, simplemente no existe. Y quienes vociferaban el invento, no sospechaban siquiera que el cuerpo no es "mío", "tuyo" o "suyo", sino que soy "yo", eres "tú" o es "él".
Y todavía hoy son muchos los que no ven relación entre ese "el cuerpo es mío" y la violencia que se hacía entonces y se hace siempre al ser humano, a la persona humana, al otro, al "tú". Nadie ve relación entre ese "el cuerpo es mío" y la violencia que se hace al no nacido, a la mujer, al diferente, al emigrante... a todos aquellos de quienes nos sentimos distintos y dueños.
Otro eslogan viaja desde hace días en autobús: "Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva", contrapunto publicitario, según me dicen, a otro que decía: "Hay niños con vulva y niñas con pene".
La idea de persona que subyace a los nuevos constructos, aunque parezca distinta de la que latía en el viejo, se toca con ella: también aquí, la persona se reduce a cosa, a miembro, a parte de un todo.
Intenten imaginar a Jesús de Nazaret conduciendo el autobús de los penes y las vulvas. ¡No habría manera de hacerlo entrar allí!
Imaginen ese mismo autobús lleno de lisiados, leprosos, ladrones, prostitutas... pescadores y pecadores... endemoniados, y no tendrán dificultad alguna para ver a Jesús de Nazaret al volante de semejante transporte.
Y pueden estar seguros de que allí, a nadie se le preguntará por su identidad sexual, porque va a resultar que a Jesús le interesan él y ella, no el sexo ni el género.
(Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger).
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