Hoy se nos propone la figura del justo que se apiada y presta, y la de aquel que con corazón magnánimo comparte sus bienes y da pan a los hambrientos y vestido al desnudo. Sin duda que la misericordia se demuestra con hechos concretos y no con ideologías o discursos especulativos.
Aunque el árbol se conoce por sus frutos, el árbol mismo también es importante. Precisamente al justo se lo compara con el árbol plantado junto a la acequia, al borde del agua. Esta permanencia del árbol junto al manantial posibilita que no se seque, ni que pierda su lozanía y verdor.
Por bueno que sea es el esqueje de árbol frutal que se plante, si no se cuida, difícilmente va a tener posibilidad de ofrecer frutos. Este argumento lo aplicamos a las palabras que Jesús dirige a los suyos, cuando de manera axiomática les dice: “Sois sal, sois luz”. Quienes hemos sido bautizados, hemos recibido la identidad de ser luz, de ser justos, ser como árbol bueno. Debemos cuidar este don debemos, porque si no sazonamos ni iluminamos, hemos perdido o pervertido la identidad, nos hemos apartado del manantial, del fuego que nos calienta y alumbra.
La luz ilumina por sí misma, y la sal conserva y hace sabrosos los alimentos. El creyente, el justo es como la luz sobre el candelero, que con su modo de vida alumbra, atrae, fascina. El modo de vida del creyente pasa por la entrega de sí mismo, no solo por hacer más o menos obras buenas, sino porque toda su existencia está orientada hacia la propia donación. Desde ahí la diferencia que se puede dar entre tan solo hacer el bien o ser bueno; entre justificarse con alguna obra solidaria, o ser justo. El mandamiento es de ser santos.
Se nos invita a hacer el bien, pero se nos pide que lo hagamos como expresión de identidad, como reflejo de Aquel que se dio a Si mismo por amor.
El deseo de Jesús y su envío nos identifica, no porque de manera mimética hagamos lo que Él hizo, sino porque somos prolongación de su presencia. Él es la Luz del mundo, y nosotros somos luz en Él y desde Él. “Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.”
Ángel Moreno de Buenafuente
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