«La muerte de Aylan, el niño sirio, conmovió al mundo. El viernes aparece el cadáver de un niño migrante en una playa gaditana y nadie dice nada». Es el tuit que Gabriel Delgado, responsable de Migraciones del Obispado de Cádiz, lanzaba en la noche el sábado al domingo. Fuentes muy fiables le acababan de contar que el viernes 27 de enero la Guardia Civil había recogido el cuerpo sin vida de un menor subsahariano en una playa de Barbate. Nadie sabía nada. La Subdelegación del Gobierno no emitió ningún comunicado de prensa, aunque el subdelegado explicó que lo había comentado en un encuentro con periodistas locales el mismo viernes. Si Gabriel Delgado no hubiese escrito ese tuit y, por consiguiente, provocado la reacción de los medios de comunicación, probablemente el caso de este niño, bautizado por algunos periodistas, como el «Aylan de Barbate», no hubiese llegado nunca a la opinión pública.
El fallecimiento del menor, del que, al cierre de esta edición, se desconocía su identidad –aunque alguna ONG ha afirmado que se llama Samuel y procede del Congo–, ha provocado una oleada de reacciones políticas, además de civiles y religiosas. La comunidad cristiana de Tarifa, con sus sacerdotes al frente y la colaboración del Secretariado Diocesano de Migraciones, celebraron ayer una oración en las inmediaciones de la playa de la Mangueta en Zahora (Barbate) para pedir por el menor encontrado muerto, así como por todos los que pierden su vida en el Estrecho.
En el acto, se hizo presente el obispo de Cádiz, Rafael Zornoza, a través de un mensaje en el que pidió a la sociedad que despierte «de la anestesia egoísta de la comodidad y del individualismo que caracteriza hoy a las relaciones humanas para unir nuestras fuerzas en la oración y en la acción». «Digamos bien fuerte la palabra que expresa lo que vemos y sentimos: ¡Vergüenza!», añadió.
Zornoza recalcó que la presencia cristiana en esta realidad tan dura que viven los migrantes quiere ser «testimonio de nuestra fe y, por ello, de nuestra preocupación y solidaridad con ellos», pues «Dios nos enseña a abrazar y consolar a los afligidos y, en consecuencia, a desvivirnos por ellos y a buscar con esfuerzo el derecho y la justicia en la sociedad, siguiendo los criterios del evangelio».
F. Otero @franoterof
Alfa y Omega
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