"La discriminación basada en la eficiencia no es menos deplorable que la cometida por la raza, el origen o la religión". El Papa recibió este mediodía, en el Aula Pablo VI, a la Comunidad de Capodarco, una institución italiana dedicada a las necesidades de los más abandonados, dede enfermos y discapacitados a pobres, mujeres abandonadas "y todo lo que la providencia nos quiera traer", como señaló Vinicio Albanesi, actual presidente de la asociación, que acaba de cumplir medio siglo de vida.
Cincuenta años trabajando en las periferias, con un discurso claro y rotundo en favor de los más desfavorecidos y de una Iglesia en salida, hasta el punto de comparar a Bergoglio como "el nuevo san Francisco", y regalarle un libro sobre el diaconado de la mujer en la Iglesia, "que es necesario, como un ministerio". No recogió el capote el Papa, porque en esta ocasión los protagonistas eran los más débiles y quienes les cuidan.
En su discurso, Francisco agradeció a los "capodarcci" el bien realizado "al servicio de las personas con discapacidad, los niños, las personas que viven en situación de dependencia y dolor, y a sus familias". "Ustedes -añadió- han elegido estar al lado de las personas menos protegidas, para ofrecer su hospitalidad, apoyo y esperanza" y, así "construir una sociedad mejor".
Al tiempo, Bergoglio subrayó cómo "la calidad de vida de una sociedad se mide, en gran parte, en la capacidad de incluir a los más débiles y necesitados, haciendo real su dignidad como hombres y mujeres". La madurez de una sociedad, añadió, "se alcanza cuando esa inclusión no se percibe como algo extraordinario, sino normal", porque "la persona con discapacidad o con fragilidad física, mental o moral, debe ser capaz de participar en la vida de la sociedad, en todas sus dimensiones".
"Sólo mediante el reconocimiento de los derechos de los más débiles, una empresa puede decirse que está fundada en el derecho y la justicia. Una sociedad que diera espacio únicamente a las personas plenamente funcionales, completamente autónomos e independientes no sería una sociedad digna del hombre", advirtió el Papa.
Por ello son tan necesarias experiencias como las de Capodarco, que "tratan de responder a las necesidades de cada persona teniendo en cuenta sus capacidades y sus limitaciones". Una actitud que supere "la actitud pietista o el enfoque de asistencia social, para promover el liderazgo de la persona con dificultades abierto a la sociedad".
"Os animo a continuar en este camino, que coloca en el primer plano la participación directa de los propios discapacitados", insistió el Papa, quien reconocó que, tras la crisis y "las consecuencias negativas de la globalización", esta comunidad "está tratando de ayudar a aquellos que intentan no sentirse excluidos o marginados". "Gracias por promover la dignidad y el respeto de cada individuo".
El Papa también agradeció "el testimonio que dais a la sociedad, ayudándola a descubrir más y más dignidad para todos, empezando por el más pequeño, por los más desfavorecidos" Unos "pequeños" que están "marcados por impedimentos físicos o mentales, o por heridas del alma, pero en los que reconocemos testigos especiales de la ternura de Dios". "Tenemos mucho que aprender de ellos, y de su especial lugar en la Iglesia".
Jesús Bastante
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