La primera lectura de hoy (Génesis 1, 1-19, la creación del mundo) nos lleva a pensar, a meditar sobre los trabajos de Dios: Dios trabaja. Algunos teólogos medievales explicaban: primero Dios, el creador, crea el universo, crea los cielos, la tierra, los seres vivos. Él crea. El trabajo de creación.
Sin embargo, «la creación no termina: Él continuamente sostiene lo que ha creado, obra para sostener lo que ha creado para que siga adelante».
Precisamente en el Evangelio de san Marcos (6, 53-56), «vemos “la otra creación” de Dios», o sea, «la de Jesús que viene a “re-crear” lo que había sido destruido por el pecado». Y «vemos a Jesús entre la gente».
Escribe en efecto san Marcos: «Apenas desembarcaron, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas; y los que lo tocaban se curaban».
Es «la “re-creación”», y precisamente «la liturgia expresa el alma de la Iglesia en esto, cuando nos hace decir una hermosa oración: “Oh Dios, Tú que maravillosamente creaste el universo, y más maravillosamente lo recreaste en la redención”». Por lo tanto, «esta “segunda creación” es más maravillosa que la primera, este segundo trabajo es más maravilloso».
Está también «otro trabajo: el trabajo de la perseverancia en la fe, que Jesús dice que lo realiza el Espíritu Santo: “Yo os enviaré al Paráclito y Él os enseñará y os recordará, os hará recordar lo que os he dicho”». Es «el trabajo del Espíritu dentro de nosotros, para hacer viva la palabra de Jesús, para conservar la creación, para garantizar que esta creación no muera». Por lo tanto, «la presencia del Espíritu ahí, que hace viva la primera y la segunda creación».
En definitiva «Dios trabaja, sigue trabajando y nosotros podemos preguntarnos cómo debemos responder a esta creación de Dios, que nace del amor porque Él trabaja por amor».
Así, «a la “primera creación” debemos responder con la responsabilidad que el Señor nos da: “la tierra es vuestra, llevadla adelante, hacedla crecer”». Por eso, «también para nosotros está la responsabilidad de hacer crecer la tierra, de hacer crecer la creación, de custodiarla y hacerla crecer según sus leyes: somos señores de la creación, no dueños». Y no debemos «adueñarnos de la creación, sino llevarla adelante, fiel a sus leyes». Precisamente «esta es la primera respuesta al trabajo de Dios: trabajar para custodiar la creación, para hacerla fructificar».
Pero «¿cómo respondemos “a la segunda creación”? El apóstol Pablo nos dice una palabra justa, que es la verdadera respuesta: “dejaos reconciliar con Dios”». Se trata de «esa actitud interior abierta para ir continuamente por el camino de la reconciliación interior, de la reconciliación comunitaria, porque la reconciliación es obra de Cristo».
Y Pablo dice también: «Dios ha reconciliado al mundo en Cristo». Y «esta es la segunda respuesta». Por lo tanto «a la “segunda creación” decimos: “Sí, debemos dejarnos reconciliar con el Señor”».
«Y ¿cómo respondemos al trabajo que hace el Espíritu Santo en nosotros, de recordarnos las palabras de Jesús, de explicarnos, de hacernos entender lo que Jesús dijo?». Fue precisamente «Pablo quien dijo» que no entristeciéramos «al Espíritu Santo que está en vosotros: estad atentos, es vuestro huesped, está dentro de vosotros, trabaja dentro de vosotros. No entristezcáis al Espíritu Santo».
Y esto «porque creemos en un Dios personal. Dios es persona: es persona Padre, persona Hijo y persona Espíritu Santo». Por lo demás, «los tres están implicados en estra creación, en esta recreación, en esta perseverancia en la re-creación». Así, «a los tres respondemos: custodiar y hacer crecer la creación, dejarnos reconciliar con Jesús, con Dios en Jesús, en Cristo, todos los días, y no entristecer al Espíritu Santo, no expulsarlo: es el huesped de nuestro corazón, el que nos acompaña, nos hace crecer».
«El Señor nos dé la gracia de entender que Él está obrando; y nos dé la gracia de responder justamente a este trabajo de amor».
(Papa Francisco, homilía en Santa Marta del 9 de febrero de 2015
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