Dicen que están hechos de otra pasta pero, si les miras bien, reconoces perfectamente tras la sotana a tu compañero de universidad, al que jugaba al fútbol con tu hijo o a aquel trasto al que tenías que mandar callar en la Misa de los domingos.
Si están ahí no es porque hayan acuñado méritos. Dios llama a quien quiere, como quiere y cuando le parece. La elección es suya, no lo olvidemos. De ahí que la Iglesia sea la primera interesada en que estén dentro los que realmente tienen que estar, y así, los que esperamos fuera, podremos amarrarnos, seguros, a auténticos yunques, con defectos, como todos, pero forjados por una aleación indestructible, fundida al calor de la Iglesia en sus seminarios.
La Santa Sede lleva mucho tiempo trabajando en la redacción de la nueva Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, el documento que va a marcar la formación que recibirán los seminaristas de todo el mundo en las próximas décadas, al que ya tuvo acceso Alfa y Omega hacia varios meses.
El texto pone un acento especial en la formación integral de cada uno de los jóvenes y menos jóvenes que quieren ser sacerdotes. En muchos seminarios de todo el mundo se lleva tiempo trabajando a fondo para intentar fortalecer la inmadurez humana y afectiva de los candidatos. Ha sido el mismo Papa Francisco el que ha pedido a los obispos que formen sus corazones, ya que «de lo contrario creamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos formarán al pueblo de Dios».
Todos los esfuerzos son pocos con tal de asegurar la vocación de estos valientes para que libremente escojan el lugar donde realmente tiene que estar su corazón. Zaqueo, la Magdalena, la Samaritana, incluso Mateo y Pablo entraron en la historia sin buenas cartas de recomendación. Señal de que Dios hace el resto, tal como ya está haciendo dentro de los seminarios. Ahí se están forjando yunques. Auténticos por inexplicables.
Eva Fernández
Alfa y Omega
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