jueves, 8 de diciembre de 2016

El Papa amplía la formación en los seminarios para garantizar la madurez de los futuros sacerdotes


«La carencia de una personalidad bien estructurada y equilibrada se constituye en un serio y objetivo impedimento para la continuidad de la formación para el sacerdocio», establece la nueva Ratio para la formación de seminaristas, que incorpora de forma obligatoria una etapa propedéutica de dos años para asegurar la madurez de los futuros sacerdotes
El Papa ha elegido la solemnidad de la Inmaculada para hacer pública la nueva Ratio para la formación de los seminaristas y sacerdotes, que lleva por título El don de la vocación presbiterial. La última actualización databa de 1985.
El nuevo documento incorpora el magisterio de los últimos pontífices, en especial la exhortación postsinodal Pastores dabo vobis de Juan Pablo II, sobre la formación integral de los seminaristas, a su vez reformada por Benedicto XVI para incorporar la formación permanente del clero, dándole a todo ello un carácter unitario.
De Francisco, el documento incorpora la preocupación por que el proceso tenga «un carácter eminentemente comunitario», previniéndose el aislamiento de los seminaristas, un mayor impulso misionero –para formar realmente a «discípulos y misioneros enamorados del Maestro, pastores con olor a oveja que vivan en medio del rebaño para servirlo y llevarle la misericordia de Dios» y un mayor acento en la madurez personal espiritual, intelectual y afectiva de los candidatos al sacerdocio.
En el aspecto académico, más allá de la filosofía y la teología, se insiste en la formación en las ciencias sociales y en la comprensión de la cultura contemporánea. En lo que se refiere a la dimensión afectiva, se reafirma el veto a las personas con «tendencias homosexuales profundamente arraigadas», y se insiste en la responsabilidad de los seminarios para prevenir futuros casos de abusos sexuales.
Nueva etapa propedéutica
Según informó Alfa y Omega, una de las mayores preocupaciones expresadas por los formadores de seminarios se refiere a la necesidad de ampliar los años de seminario para garantizar este punto. Se incorpora una «etapa propedéutica» que será «necesaria y obligatoria. «De esta manera –afirma el documento–, el discernimiento, realizado por los formadores, considerando todos los ámbitos de la formación, permitirá el paso a la etapa siguiente solo a aquellos seminaristas que, además de haber superado satisfactoriamente los exámenes previstos, hayan alcanzado el grado de madurez humana y vocacional que se requiere para cada etapa». Esta etapa propedéutica («que no debe ser inferior a dos años») proporcionará «una preparación de carecer introductorio, con el objetivo de discernir la conveniencia de continuar la formación sacerdotal o emprender un camino de vida diverso».

El futuro sacerdote está llamado a «una entrega total de sí, para el servicio al Pueblo de Dios, a imagen de Cristo Esposo». Ese «cuidado pastoral de los fieles exige que el presbítero posea una sólida formación y una madurez interior, ya que no puede limitarse a una “simple apariencia de hábitos virtuosos, una obediencia meramente exterior y formal a principios abstractos, sino que es llamado a actuar con una gran libertad interior». Se requiere de él «madura capacidad para relacionarse con el prójimo» y «la serenidad de fondo, humana y espiritual, que le permita, superada toda forma de protagonismo o dependencia afectiva, ser hombre de comunión, de misión y de diálogo, capaz de entregarse con generosidad y sacrificio a favor del Pueblo de Dios».
«La carencia de una personalidad bien estructurada y equilibrada –insiste la Ratio– se constituye en un serio y objetivo impedimento para la continuidad de la formación para el sacerdocio», inste el documento. El futuro presbítero requiere «dominio de sí» y capacidad de «superación de las diversas formas de individualismo».
Para ello se necesita, además de cultivar la propia interioridad, participar activamente en la vida comunitaria del seminario y de la Iglesia local. «La experiencia de la vida comunitaria es un elemento precioso e ineludible en la formación de quienes deberán, en el futuro, ejercitar una verdadera paternidad espiritual».
Responsabilidad de las Conferencias Episcopales

El primer borrador de la Ratio data de 2014 y, desde entonces, la Ratio ha sido enriquecida con las aportaciones de numerosas Conferencias Episcopales y expertos. Sobre la base de este documento, «cada Conferencia Episcopal deberá elaborar su propia Ratio nationalis», según las características y necesidades locales, que deberá ser aprobada por la Congregación para el Clero. «Compete a las Conferencias Episcopales, no a cada obispo en particular, el derecho y el deber de revisar la Ratio nationalis institutionis sacerdotales; así como cuando se considerase útil y oportuno, aprobar experiencias particulares en el territorio de la Conferencia Episcopal o en la región». «Las normas de esta Ratio deberán ser observadas en todos los seminarios diocesanos e interdiocesanos de la nación», abunda el documento, que previene así que, en el futuro, algunos seminarios actúen por libre, como ha ocurrido en algunos países en los últimos años.
Alfa y Omega

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